EL JETACHUEKA (JHK) EL PEDIGUEÑO SIN FRONTERAS DE LA RAMERA CATOLICA NAZI... ¿¿¿LO NEGARA???... ¿¿¿CERRARA SU BLOG POR REMODELACION???.... ¿¿¿SE ESCAQUEARA??? RECORDAD COBARDES SON LOS QUE AL LADO OSCURO SIGUEN
Daniel Jonah Goldhagen es autor de Los verdugos voluntarios de Hitler: los alemanes corrientes y el Holocausto (Taurus) y de La Iglesia católica y el Holocausto: una deuda pendiente (Taurus). Se puede leer su obra en www.goldhagen.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
SALUDOS SUPER APESTATAS... RESULTA QUE EL PAPA-NEO NAZI... FUE A VISITAR A AUSWHITZ... NO ES UNA TIA AUSTRIACA.. SINO QUE ES EL NOMBRE DE UNO DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACION NAZI MAS INFAMES DONDE PERDIERON LA VIDA 1.5 MILLONES DE JUDIOS... Y ALGUNOS DE NUESTROS QUERIDOS TRIANGULOS PURPURAS... PERO ES QUE ME RESULTA REPULSIVO VER AL PAPA-UPA... MIEMBRO DE LAS JUVENTUDES HITLERIANAS... HABLANDO DE ESTE GENOCIDIO... JODER TIOS...
BUENO QUE LE VAMOS HACER... ASI ES EL MUNDO... LOS NAZIS TIENEN EL PODER... Y HABLAN MAS MIERDA DE LA QUE CAGAN...
PERO LO PEOS ES ESCUCHAR AL BENEADICTO XVI DECIR... POR QUE TE QUEDASTE CALLADO... JODER TIOS... HAY QUE SER BIEN CABRON... PARA QUE UN NEO NAZI Y MIEMBRO DE LAS JUVENTUDES HITLERIANAS HAGA SEMEJANTE PREGUNTA... LA PREGUNTA ES... ¿¿¿POR QUE EL PAPA-UPA SE QUEDO CALLADO Y NO SE NEGO A APOYAR A HITLER???... ¿¿¿¿POR QUE EL PAPA-UPA DE LA EPOCA MANTUVO SU BOCOTA CERRADA???... ¿¿¿POR QUE LOS CATOLICOS Y LUTERANOS SE ENROLARON EN EL EJERCITO DE HITLER Y ASESINARON A 6 MILLONES DE SERES HUMANOS???... ¿¿¿POR QUE LOS CATOLICOS DEL MUNDO SE QUEDARON CALLADO???... Y MAS IMPORTANTE AUN... ¿¿¿POR QUE LOS CATOLICOS ACTUALES CALLAN LOS CRIMENES DE SU MADRE ORGANIZACION???...
ESTO SIN DUDA ES UN FRACASO MORAL PARA BENEDICTO XVI Y TODOS LOS CRISTIANOS CATOLICOS IDOLATRAS...
http://www.elmundo.es/elmundo/2006/05/28/internacional/1148834778.html
ORA ANTE EL 'MURO DE LA MUERTE'
Benedicto XVI en Auschwitz: '¿Por qué, Señor, permaneciste callado?'
- El Papa cierra un simbólico viaje a Polonia en el antiguo campo de exterminio
ADEMÁS
- La visita a Auschwitz y Cracovia
- Especiales: 'Habemus Papam' | Adiós a Juan Pablo II
Actualizado lunes 29/05/2006 10:17 (CET)
AGENCIAS | ELMUNDO.ES
OSWIEZIM (POLONIA).-
El Papa Benedicto XVI ha visitado el antiguo campo de exterminio nazi
de Auschwitz, en la última etapa de su viaje a Polonia. A su llegada,
el Pontífice se detuvo a orar ante el conocido como 'muro de la muerte', uno de los paredones donde durante la Segunda Guerra Mundial los nazis fusilaron a miles de personas.
El Pontífice, de 79 años, pasó este domingo bajo la tristemente
célebre puerta con la consigna 'Arbeit Macht Frei' ('El trabajo te hace
libre') para entrar en el complejo que servía para la "Solución Final"
de Adolf Hitler de exterminar a los judíos de Europa.El campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, situado cerca de la villa polaca de Oswiecim, es la última de las etapas de un simbólico viaje del Pontífice a Polonia, país natal de su predecesor, Juan Pablo II. Un viaje cargado además de simbolismo por el hecho de que el actual Papa es de origen alemán, y durante su adolescencia estuvo enrolado en las Juventudes Hitlerianas.
En la parte Birkenau del campo, en la zona en la que los judíos eran subidos en trenes para ser conducidos a la muerte segura con el gas, el Pontífice dijo que era casi imposible hablar en "un lugar de horror, sobre todo como un Papa alemán".
"Sólo se puede guardar silencio, un silencio que es un grito hacia a Dios: ¿Por qué, Señor, permaneciste callado?, ¿cómo pudiste tolerar todo esto?", se preguntó Benedicto XVI en su discurso en italiano.
El Papa imploró la reconciliación "con Dios, con los hombres que sufrieron y con todos los que actualmente sufren bajo el poder del odio y bajo la violencia fomentada por el odio".
En medio del silencio de los presentes, el Papa agregó: "el objetivo de mi estancia hoy [por este domingo], aquí, es para implorar la reconciliación, con Dios, con los hombres que han sufrido y con todos aquellos que en esta hora de la historia sufren de nuevo bajo el poder del odio y bajo la violencia fomentada por el odio".
El Papa subrayó que la violencia no crea la paz, sino que sólo suscita más violencia, "una espiral de destrucción en la que todos al final pierde y pidió a Dios que la fuerza de la reconciliación y de la paz prevalezca sobre las amenazas de la irracionalidad o de una razón falsa, separada de Dios".
Ratzinger dijo que Auschwitz-Birkenau es un lugar de la memoria y el Holocausto y donde el pasado no es sólo pasado.
El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, ha declarado que la visita de Benedicto XVI a Auschwitz es "como hijo del pueblo alemán", al igual que Juan Pablo II recorrió las mismas instalaciones en 1979 "como hijo del pueblo polaco".
Se estima que más de 1,1 millones de personas perdieron la vida en este campo de concentración entre 1940 y 1945, de los que un millón serían judíos que murieron gaseados en las cámaras de gas de las instalaciones.
Benedicto XVI emprendió su viaje de regreso a Roma desde el aeropuerto de Balice, en Cracovia, a las 21.48 horas del domingo.
http://www.aciprensa.com/noticias/desde-auschwitz-benedicto-xvi-pide-la-reconciliacion-del-mundo-que-sufre/
Desde Auschwitz, Benedicto XVI pide la reconciliación del mundo que sufre
En la solemne y silente ceremonia, el Papa rezó y ofreció un cirio encendido por los millones de judíos y católicos que perecieron aquí durante la persecución nazi.
El Papa aseguró que el motivo de su visita de hoy es “implorar la gracia de la reconciliación, ante todo de Dios, que puede abrir y purificar nuestros corazones, de los hombres y mujeres que sufrieron aquí y finalmente la gracia de la reconciliación para todos aquellos que, en esta hora de nuestra historia, sufren en nuevas formas el poder del odio y la violencia que el odio engendra”.
Según el Pontífice, “hablar en este lugar de horror, en este lugar donde se cometieron crímenes masivos sin precedentes contra Dios y el hombre, es casi imposible y es particularmente difícil y problemático para un cristiano, para un Papa de Alemania. En un lugar como éste, las palabras fallan; al final, sólo puede haber un silencio seco, un silencio que en sí mismo es un grito de corazón a Dios: ¿Por qué, Señor, permaneciste en silencio? ¿Cómo pudiste tolerar esto? En silencio, entonces, inclinamos nuestras cabezas ante la fila infinita de aquellos que sufrieron y que fueron muertos; que nuestro silencio se convierta en una plegaria por el perdón y la reconciliación, una plegaria al Dios viviente para que no permita que esto ocurra de nuevo”.
El Pontífice recordó la visita que su antecesor Juan Pablo II hizo a Auschwitz en 1979, quien “llegó aquí como el hijo de un pueblo que, junto con el pueblo judío, fue el que más sufrió en este lugar, y en general, durante la guerra”.
Benedicto XVI aseguró que “no podía dejar de venir. Tenía que venir. Para mí es un deber ante la verdad y una deuda justa hacia todos los que sufrieron aquí, un deber ante Dios, venir aquí como el sucesor del Papa Juan Pablo II y un hijo del pueblo alemán, un hijo del pueblo del cual un grupo criminal llegó al poder con falsas promesas de grandeza futura y la recuperación del honor de la nación, prominencia y prosperidad, como también a través del terror y la intimidación, con el resultado de que nuestro pueblo fue usado y abusado como un instrumento de su sed de destrucción y poder”.
“¡Cuántas preguntas surgen en este lugar! Constantemente surge la misma interrogante: ¿Dónde estuvo Dios en esos días? ¿Por qué estuvo en silencio? ¿Cómo pudo permitir esta masacre sin fin, este triunfo del mal?”, indicó el Papa.
“No podemos ver claramente el plan misterioso de Dios, sólo vemos hechos aislados, y nos equivocaríamos al ponernos como jueces de Dios y la historia. Así no defenderíamos al hombre sino que contribuiríamos a su perdición. No, cuando todo está dicho y hecho, debemos seguir gritando con humildad e insistencia a Dios: ¡Levántate! ¡No te olvides de la humanidad, tu criatura!”, explicó.
“Nuestro grito a Dios tiene que ser al mismo tiempo un grito que penetra en nuestro mismo corazón para que despierte en nosotros la presencia escondida de Dios, para que el poder que ha depositado en nuestros corazones no quede cubierto o sofocado en nosotros por el fango del egoísmo, por el miedo de los hombres, por la indiferencia y el oportunismo”, agregó.
El Papa consideró particularmente necesario elevar este grito a Dios en el momento actual, cuando “parecen surgir nuevamente en los corazones de los hombres todas las fuerzas oscuras: por una parte, el abuso del nombre de Dios para justificar una violencia ciega contra personas inocentes; y por otra, el cinismo que no reconoce a Dios y que escarnece la fe en Él”.
“Gritamos a Dios para que lleve a los hombres a arrepentirse y a reconocer que la violencia no crea paz, sino que más bien suscita más violencia, un círculo de destrucción en el que a fin de cuentas todos pierden”, concluyó.
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Benedicto XVI visita el antiguo campo de exterminio nazi de Auschwitz
El Papa Benedicto XVI llegó el domingo por la mañana al antiguo campo de exterminio nazi de Auschwitz, en la última etapa de su viaje a Polonia.
A su llegada al campo de Auschwitz, a las afueras de la ciudad polaca de Cracovia, el Pontífice se detuvo a orar ante el conocido como "muro de la muerte", uno de los paredones donde durante la Segunda Guerra Mundial los nazis fusilaron a miles de seres humanos.
A su llegada al campo de Auschwitz, a las afueras de la ciudad polaca de Cracovia, el Pontífice se detuvo a orar ante el conocido como "muro de la muerte", uno de los paredones donde durante la Segunda Guerra Mundial los nazis fusilaron a miles de seres humanos.
- FOTOS: Benedicto XVI en Polonia
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La mayoría de ellos fueron judíos, pero también gitanos, polacos, rusos, entre otros.
Aclamado por dos millones de polacos
Previamente, algo más de dos millones de personas asistieron en el parque "Blonie" de Cracovia a la misa con la que Benedicto XVI puso fin a su estancia en la ciudad de la que Juan Pablo II fue arzobispo, a los que pidió que sean fuertes en la fe, "ya que hoy, más que en otra época, es necesaria esa fuerza".
Benedicto XVI también les dijo, emocionado, que había venido a Polonia "porque me lo pedía el corazón", siguiendo las huellas de su querido amigo y predecesor Juan Pablo II.
Desafiando el barrizal que había en el parque debido a la intensa lluvia que cayó durante la noche, los cientos de miles de polacos llegados de todo el país no se desanimaron y acogieron al Papa con el mismo cariño con el que trataron a Karol Wojtyla las veces que volvió a este lugar en 1979, 1983, 1987 y 2002, cuatro de los nueve viajes que efectuó a Polonia.
"Su" Cracovia
Emocionado ante tanto cariño, ondear de banderas, algunas de ellas españolas- cánticos y vítores, Benedicto XVI les dijo que considera ya a Cracovia como "su" Cracovia" y en medio de interminables aplausos subrayó que esta ciudad es querida en todo el mundo, ya que de ella partió hacia el Vaticano Juan Pablo II.
La fe en Cristo no significa ponerse en manos de una persona ordinaria, sino del Salvador
"Vino
de un país lejano", afirmó el Papa en referencia a la frase que
pronunció Juan Pablo II en su primera aparición ante los fieles tras
ser elegido Pontífice el 16 de octubre de 1978 ("vengo de un país
lejano...") y gracias a él Polonia se ha convertido en país querido por
todos, precisó. En una homilía llena de alabanzas hacia Juan Pablo II, su amigo Joseph Ratzinger, el hombre que estuvo a su lado 24 años y le sucedió en la Silla de Pedro pidió a los polacos que permanezcan firmes en la fe, precisando que la fe en Cristo no significa "ponerse en manos de una persona ordinaria, sino del Salvador".
Fuertes en el amor
"Es importante en qué creemos, pero es aún más importante en quién creemos", subrayó el Papa, que agregó: "Ser fuertes en la fe y ser fieles, ya que hoy más que en otra época es necesaria esta fuerza".
Es importante en qué creemos, pero es aún más importante en quién creemos
Ratzinger
señaló que tienen que ser fuertes en el amor, "que es más fuerte que la
muerte", fuertes en la fuerza de la fe, de la esperanza y la caridad,
"sabedores que nos ayudan a establecer el gran diálogo con el hombre y
con el mundo". Benedicto XVI le pidió que testimonien el Evangelio en el mundo actual, llevando la esperanza a los pobres, a los que sufren, a los abandonados, a los desesperados, a los que tienen sed de libertad, de verdad y de paz, "ya que haciendo el bien al prójimo y mostrando interés por el bien común testimoniáis que Dios es amor".
Las ilusiones de este mundo
Concluida la misa recitó el Regina Coeli, que sustituye al Angelus en el tiempo de Pascua.
Benedicto XVI regresa esta tarde a Roma, pero antes visitará los campos de concentración y exterminio nazi de
Al
final recordó la vigilia celebrada anoche en este mismo parque con un
millón de jóvenes y los invitó hoy a no dejarse "persuadir de las
ilusiones de este mundo". Benedicto XVI regresa esta tarde a Roma, pero antes visitará los campos de concentración y exterminio nazi de Auschwitz y Birkenau, a 60 kilómetros de Cracovia, donde murieron al menos 1,1 millones de judíos, más de 150.000 polacos y otros miles de ciudadanos, muchos de ellos gitanos, de varios países.
Condena del nazismo
Se espera, que al igual que ya hizo en agosto del pasado año cuando viajó a Colonia (Alemania) y en otra ocasión en el Vaticano que condene duramente el nazismo.
En el tiempo más oscuro de la historia alemana y europea, una demencial ideología racista surgió en Europa
En
Colonia afirmó que en el siglo XX, "en el tiempo más oscuro de la
historia alemana y europea, una demencial ideología racista, de matriz
neopagana, dio origen al intento, planeado y realizado sistemáticamente
por el régimen, de exterminar el judaísmo europeo". Varios meses antes, el 19 de mayo, había señalado que cada vez que una ideología totalitaria pisotea al hombre toda la humanidad está seriamente amenazada.
Un alemán por un polaco
El Pontífice subrayó también que parece como un hecho de la Providencia el que a un Papa polaco (Juan Pablo II) haya sucedido un ciudadano de Alemania (él) donde el régimen nazi "se mantuvo con gran virulencia y atacó después a las naciones vecinas, entre ellas Polonia".
Se trata de atroces crímenes que muestran todo el mal que encerraba la ideología nazi
"Estos
dos papas en su juventud (Juan Pablo II y él), aunque en frentes
adversos y en situaciones diferentes, conocieron la barbaridad de la
Segunda Guerra Mundial y la insensata violencia de hombres contra
hombres, de pueblos contra pueblos", denunció Ratzinger. "Se trata de atroces crímenes que muestran todo el mal que encerraba la ideología nazi", subrayó Benedicto XVI.
El pasado día 25, cuando viajaba desde Roma a Polonia, dijo en el avión que lo ocurrido en Auschwitz y Birkenau fue una "cosa tremenda" e hizo votos para que desde esos campos "nazca un nuevo sentido de humanismo y una visión del hombre a imagen de Dios y evitar que en el futuro puedan ocurrir cosas similares".
http://www.anajnu.cl/silenciodedios.htm
"¿Dónde
estaba Dios en esos días?", preguntó Benedicto XVI
mientras visitaba Auschwitz. "¿Por qué permaneció en
silencio? ¿Cómo pudo permitir esta masacre, este triunfo
del mal?
Es la pregunta inevitable en Auschwitz, la gran fábrica de muerte en la que los nazis torturaron, privaron de comida, fusilaron y asfixiaron con gas hasta la muerte a nada más y nada menos que un millón y medio de seres humanos inocentes, la mayoría de ellos judíos. "En un lugar como este, las palabras no alcanzan", dijo Benedicto. "Al final, sólo puede haber un espantoso silencio, un silencio que es en sí mismo un llanto a Dios de todo corazón: ¿Por qué, Dios, permaneciste en silencio?".
Los reportes de las noticias enfatizan la pregunta del Papa. Todo reportaje notó que el hombre que lo dijo era, como él mismo lo dijo, "un hijo de personas alemanas". Nadie obvió la importancia histórica de un Papa alemán, en su peregrinaje a Polonia, implorando a Dios por respuestas en la casa de matanzas en donde hace solamente 60 años los alemanes rompieron todos los récords para el derrame de sangre judía.
Y todavía algunos comentaristas acusaron a Benedicto de eludir el tema del antisemitismo. El director nacional de la Liga Anti Difamación dijo que el Papa "no dijo ni una palabra sobre el antisemitismo; ni un reconocimiento explícito de las vidas judías extinguidas solamente por ser judías". Asimismo, el Reporte Católico Nacional reportó que el Papa "no hizo ninguna referencia al antisemitismo moderno".
En verdad, el Papa no sólo reconoció la realidad del odio hacia los judíos, sino que también explicó la patología que yace en él. Los antisemitas están motivados por la hostilidad no sólo hacia los judíos, dijo, sino en contra del mensaje de la ética divina que ellos trajeron al mundo.
"En el fondo, estos despiadados criminales" -él se refería a Hitler y a sus seguidores- "al eliminar a este pueblo, querían matar al Dios que llamó a Abraham, al Dios que habló en Sinai y estableció principios para que fueran una guía para la humanidad, principios que son eternamente válidos. Si este pueblo, a través de su intrínseca existencia, era testigo de que Dios le habló a la humanidad y nos acercó a Él, entonces aquel Dios debía morir y el poder tenía que quedar sólo en manos de los hombres -de los hombres que pensaban que a través de la fuerza podían apropiarse del mundo.
El objetivo final de los nazis, sostuvo Benedicto, era arrancar la moralidad cristiana desde las raíces judías, reemplazándola con "una fe de su propia invención: la fe en el gobierno del hombre, el gobierno del poderoso". Hitler sabía que su deseo por el poder sólo podría triunfar si primero destruía los valores judeocristianos. En el Imperio (Reich) de Mil Años, Dios y su código moral serían eliminados. El hombre, sin las restricciones de la consciencia, reinaría en su lugar. Es la más vieja de las tentaciones, y Auschwitz es lo que conducía a eso.
"¿En dónde estaba Dios en esos días?", preguntó el Papa. ¿Cómo pudo un Creador justo y amoroso permitir que trenes y trenes llegaran llenos de seres humanos listos para ser asesinados en Auschwitz? ¿Pero por qué preguntar esta pregunta sólo en Auschwitz? ¿En dónde -después de todo- estaba Dios en los Gulags? ¿En dónde estaba Dios cuando el Khmer Rouge mató a 1,7 millones de camboyanos? ¿En dónde estaba Dios durante el holocausto armenio? ¿En dónde estaba Dios en Ruanda? ¿En dónde estaba Dios en Darfur?
De hecho, ¿en dónde está Dios cuando una sola víctima inocente está siendo asesinada, violada o abusada?
La respuesta, aunque el papa no lo dijo tan claramente, es que un mundo en el que Dios siempre interviene para evitar la crueldad y la violencia sería un mundo sin libertad –y la vida sin libertad no tendría sentido. Dios dota a los seres humanos con el poder para elegir entre el bien y el mal. Algunos eligen ayudar a su vecino; otros eligen herirlo. Estaban esos nazis en Europa que llevaron a los judíos en manadas hacia las cámaras de gas. Y estuvieron aquellos que arriesgaron sus vidas para esconder a los judíos de las garras de la Gestapo.
El Dios que "habló en Sinai" no se estaba dirigiendo a ángeles o robots, quienes no podrían hacer el mal aunque lo quisieran. Él le estaba hablando a gente real, con decisiones reales que tomar, y consecuencias reales que provienen de esas decisiones. Auschwitz no fue culpa de Dios. Él no construyó el lugar. Y sólo transformando a los "seres con libertad moral" que lo construyeron en "marionetas", podría haber evitado que cometan sus crímenes horrendos.
No fue Dios quien falló durante el holocausto, o en los Gulags, o en el 11/9, o en Bosnia. No es Dios quien falla cuando los seres humanos hacen cosas barbáricas. Auschwitz no es lo que pasa cuando el Dios que dice “No matarás” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” está en silencio. Es lo que pasa cuando los hombres y las mujeres se rehúsan a escuchar.
Es la pregunta inevitable en Auschwitz, la gran fábrica de muerte en la que los nazis torturaron, privaron de comida, fusilaron y asfixiaron con gas hasta la muerte a nada más y nada menos que un millón y medio de seres humanos inocentes, la mayoría de ellos judíos. "En un lugar como este, las palabras no alcanzan", dijo Benedicto. "Al final, sólo puede haber un espantoso silencio, un silencio que es en sí mismo un llanto a Dios de todo corazón: ¿Por qué, Dios, permaneciste en silencio?".
Los reportes de las noticias enfatizan la pregunta del Papa. Todo reportaje notó que el hombre que lo dijo era, como él mismo lo dijo, "un hijo de personas alemanas". Nadie obvió la importancia histórica de un Papa alemán, en su peregrinaje a Polonia, implorando a Dios por respuestas en la casa de matanzas en donde hace solamente 60 años los alemanes rompieron todos los récords para el derrame de sangre judía.
Y todavía algunos comentaristas acusaron a Benedicto de eludir el tema del antisemitismo. El director nacional de la Liga Anti Difamación dijo que el Papa "no dijo ni una palabra sobre el antisemitismo; ni un reconocimiento explícito de las vidas judías extinguidas solamente por ser judías". Asimismo, el Reporte Católico Nacional reportó que el Papa "no hizo ninguna referencia al antisemitismo moderno".
En verdad, el Papa no sólo reconoció la realidad del odio hacia los judíos, sino que también explicó la patología que yace en él. Los antisemitas están motivados por la hostilidad no sólo hacia los judíos, dijo, sino en contra del mensaje de la ética divina que ellos trajeron al mundo.
"En el fondo, estos despiadados criminales" -él se refería a Hitler y a sus seguidores- "al eliminar a este pueblo, querían matar al Dios que llamó a Abraham, al Dios que habló en Sinai y estableció principios para que fueran una guía para la humanidad, principios que son eternamente válidos. Si este pueblo, a través de su intrínseca existencia, era testigo de que Dios le habló a la humanidad y nos acercó a Él, entonces aquel Dios debía morir y el poder tenía que quedar sólo en manos de los hombres -de los hombres que pensaban que a través de la fuerza podían apropiarse del mundo.
El objetivo final de los nazis, sostuvo Benedicto, era arrancar la moralidad cristiana desde las raíces judías, reemplazándola con "una fe de su propia invención: la fe en el gobierno del hombre, el gobierno del poderoso". Hitler sabía que su deseo por el poder sólo podría triunfar si primero destruía los valores judeocristianos. En el Imperio (Reich) de Mil Años, Dios y su código moral serían eliminados. El hombre, sin las restricciones de la consciencia, reinaría en su lugar. Es la más vieja de las tentaciones, y Auschwitz es lo que conducía a eso.
"¿En dónde estaba Dios en esos días?", preguntó el Papa. ¿Cómo pudo un Creador justo y amoroso permitir que trenes y trenes llegaran llenos de seres humanos listos para ser asesinados en Auschwitz? ¿Pero por qué preguntar esta pregunta sólo en Auschwitz? ¿En dónde -después de todo- estaba Dios en los Gulags? ¿En dónde estaba Dios cuando el Khmer Rouge mató a 1,7 millones de camboyanos? ¿En dónde estaba Dios durante el holocausto armenio? ¿En dónde estaba Dios en Ruanda? ¿En dónde estaba Dios en Darfur?
De hecho, ¿en dónde está Dios cuando una sola víctima inocente está siendo asesinada, violada o abusada?
La respuesta, aunque el papa no lo dijo tan claramente, es que un mundo en el que Dios siempre interviene para evitar la crueldad y la violencia sería un mundo sin libertad –y la vida sin libertad no tendría sentido. Dios dota a los seres humanos con el poder para elegir entre el bien y el mal. Algunos eligen ayudar a su vecino; otros eligen herirlo. Estaban esos nazis en Europa que llevaron a los judíos en manadas hacia las cámaras de gas. Y estuvieron aquellos que arriesgaron sus vidas para esconder a los judíos de las garras de la Gestapo.
El Dios que "habló en Sinai" no se estaba dirigiendo a ángeles o robots, quienes no podrían hacer el mal aunque lo quisieran. Él le estaba hablando a gente real, con decisiones reales que tomar, y consecuencias reales que provienen de esas decisiones. Auschwitz no fue culpa de Dios. Él no construyó el lugar. Y sólo transformando a los "seres con libertad moral" que lo construyeron en "marionetas", podría haber evitado que cometan sus crímenes horrendos.
No fue Dios quien falló durante el holocausto, o en los Gulags, o en el 11/9, o en Bosnia. No es Dios quien falla cuando los seres humanos hacen cosas barbáricas. Auschwitz no es lo que pasa cuando el Dios que dice “No matarás” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” está en silencio. Es lo que pasa cuando los hombres y las mujeres se rehúsan a escuchar.
Fuente:
aishlatino.com
El histórico fracaso de Benedicto XVI en Auschwitz
Algunos momentos concretos ofrecen a los políticos y los líderes
religiosos las condiciones para dejar grabados gestos o
pronunciamientos simbólicos en la conciencia histórica. En 1970, en una
ceremonia de conmemoración, el canciller alemán, Willy Brandt, se
postró espontáneamente de rodillas, claramente invadido por la emoción
y el arrepentimiento (a pesar de que él había sido enemigo del
nazismo), ante el monumento a la revuelta del gueto de Varsovia. Juan
Pablo II, el primer Papa que visitó la sinagoga de Roma, en 1986, se
dirigió a los judíos allí congregados en términos humildes e
inolvidables, como "nuestros hermanos mayores".
El papa Benedicto XVI dispuso de un momento así el domingo 28 de mayo en Auschwitz. En estos tiempos en los que el presidente de Irán y otros están volviendo a negar la existencia del Holocausto, la visita de Benedicto, contemplada por todo el mundo, tuvo importancia histórica y política. Este Papa alemán confirmaba con su presencia y sus palabras la falsedad y la mentira que representa negar el Holocausto. Llegaba, dijo, para cumplir "un deber con la verdad y la justicia debida a todos los que aquí sufrieron". Sin embargo, lo que tuvo de bueno su vista a Auschwitz quedó anulado por el discurso que pronunció, que no mostró nada parecido ni a la sincera emoción de Brandt ni a la humildad de Juan Pablo, y que se apartó escandalosamente de lo que el propio Benedicto XVI ha llamado su obligación de decir la verdad. Por el contrario, el Papa emborronó la interpretación histórica, eludió la responsabilidad moral y rehuyó el deber político.
Benedicto exoneró injustamente a los alemanes de su responsabilidad en el Holocausto y atribuyó la culpa exclusivamente a "una banda de criminales" que "usaron y abusaron" del pueblo alemán, engañado y presionado, como "instrumento" de destrucción. Lo cierto es que los alemanes, en general, apoyaron la persecución de los judíos, y muchos de los cientos de miles que la llevaron a cabo eran ciudadanos corrientes que actuaban de buen grado. No se puede atribuir la culpa del Holocausto, por completo o incluso principalmente, a una "banda criminal". Ningún especialista alemán, ningún político alemán, se atrevería hoy a proponer el relato mitológico que hace Benedicto XVI del pasado.
El Papa sí dijo que "los gobernantes del Tercer Reich querían aplastar a todo el pueblo judío". Pero luego convirtió el Holocausto en un ataque fundamentalmente dirigido no contra los judíos sino contra el cristianismo, al afirmar, sin razón, que el motivo por el que los nazis deseaban matar a los judíos era, en definitiva, "arrancar la raíz esencial de la fe cristiana", es decir, que lo que les movió a matar judíos fue que el judaísmo era la religión de la que procedía el cristianismo. Como sabe cualquier historiador e incluso cualquiera que se moleste en estudiar un poco -y como los historiadores de la Iglesia suelen esforzarse en subrayar-, los criminales alemanes consideraban que los judíos eran una "raza" malévola y poderosa, una "raza", no un grupo religioso. Su deseo de aniquilar a los judíos no tenía nada que ver con el anticristianismo.
El hecho de que Benedicto XVI no dijera que los alemanes asesinaban judíos porque los odiaban encaja en su incapacidad general de afrontar la importancia histórica del Holocausto en el asesinato de masas alemán. Esta omisión rige su discurso de forma sutil y no tan sutil, como en su intención de no llamar al crimen ni Holocausto ni Shoah (Shoah lo incluyó en el último momento, cuando ya había repartido el texto), y en el dato de que la mención explícita de la matanza de judíos ocupase menos de 200 palabras en un discurso de casi 2.300, muchas de ellas dedicadas a la mencionada cristianización del Holocausto. Por supuesto, está muy bien reconocer y recordar que los alemanes asesinaron a otros pueblos, pero de los 1,1 millones de víctimas de Auschwitz, un millón fueron judíos. Y fue una fábrica de muerte diseñada específicamente para los judíos. Por el discurso de Benedicto XVI, nadie podría saber ese dato tan fundamental. Además, la manipulación histórica de Benedicto XVI para cristianizar el Holocausto es un escándalo moral porque oculta la realidad más inquietante sobre el papel de la Iglesia católica en este asunto: en toda Europa, las iglesias respaldaron de forma tácita y activa la persecución de los judíos. El papa Pío XII, los obispos alemanes, los obispos franceses, los jefes de la Iglesia polaca y otros: muchos líderes eclesiásticos, movidos por el antisemitismo, apoyaron o reclamaron la persecución de los judíos (aunque no su matanza). Algunos, como los dirigentes eslovacos y los sacerdotes croatas, llegaron a participar personalmente en los propios asesinatos de masas. Benedicto XVI eliminó y ocultó toda relación entre la Iglesia católica, el cristianismo y el Holocausto, un retroceso importante respecto a la postura que habían adoptado anteriormente Juan Pablo II y muchas iglesias católicas europeas. Por asombroso que parezca, Benedicto XVI entró en Auschwitz, cementerio de un millón de judíos, y no mencionó ni una sola vez el motor fundamental del Holocausto: el antisemitismo. Ni mucho menos el antisemitismo histórico del cristianismo, que durante siglos fue omnipresente en Europa y que culminó en el nazismo y el Holocausto. Independientemente de las diferencias entre el antisemitismo nazi y el caldo de cultivo antisemita del cristianismo, es el vínculo histórico y moral ineludible entre la Iglesia, los nazis y Auschwitz. Desde el Vaticano II, en 1965, la Iglesia ha condenado enérgicamente el antisemitismo y lo ha calificado de pecado. Y, sin embargo, Benedicto XVI, símbolo político y moral para un mundo expectante, permaneció despreocupadamente callado en Auschwitz en un momento en el que el peligro del antisemitismo está resurgiendo, sin pronunciar una sola palabra en su contra y sin recordar a la humanidad lo que ese mal había engendrado allí: una fábrica de muerte. Al final, Benedicto XVI se preguntó dónde estaba Dios. Una pregunta de clérigo. Pero la pregunta que brilló por su ausencia fue dónde estaba la Iglesia. Al apelar a los misterios de Dios, el Papa ocultó incluso uno de los aspectos de la conducta de la Iglesia y Pío XII de los que más se ha hablado siempre: por qué no dijeron nada. Por qué no hicieron algo más para ayudar a los judíos. Semejante evasiva no es la mejor forma de que un dirigente moral asuma su responsabilidad, ni mucho menos de cumplir con la obligación moral de la Iglesia del arrepentimiento y la reparación. En su breve papado, Benedicto XVI ha dado grandes muestras de buena voluntad para mejorar la actitud de la Iglesia respecto a los judíos de hoy. Pero al disimular el pasado -al exculpar a los criminales alemanes y a la Iglesia, al universalizar el Holocausto y al quitar importancia a su motivación puramente antijudía- ofrece al mundo una imagen que contrasta desfavorablemente con la de Juan Pablo II, que, en ocasiones similares, habló con franqueza y humildad y en el espíritu de una Iglesia dedicada a hacer reparaciones, y que se esforzó especialmente en advertir al mundo sobre los males del antisemitismo. Benedicto XVI ha dado un paso atrás en lo que la Iglesia católica había asumido en los años anteriores a su pasado: la necesidad de reconocer su papel en la propagación del antisemitismo y la persecución de los judíos; que muchos católicos, empujados por ese antisemitismo de la Iglesia, intervinieron en la persecución y matanza de los judíos; que la Iglesia debería haber hecho mucho más para ayudar al pueblo agredido. Y, sobre todo, que la Iglesia, como decía la declaración de los obispos franceses en 1997, debe confesar su 'pecado' y pronunciar 'palabras de arrepentimiento'. Sólo entonces tendrá derecho Benedicto XVI a pedir la reconciliación a las víctimas.
El papa Benedicto XVI dispuso de un momento así el domingo 28 de mayo en Auschwitz. En estos tiempos en los que el presidente de Irán y otros están volviendo a negar la existencia del Holocausto, la visita de Benedicto, contemplada por todo el mundo, tuvo importancia histórica y política. Este Papa alemán confirmaba con su presencia y sus palabras la falsedad y la mentira que representa negar el Holocausto. Llegaba, dijo, para cumplir "un deber con la verdad y la justicia debida a todos los que aquí sufrieron". Sin embargo, lo que tuvo de bueno su vista a Auschwitz quedó anulado por el discurso que pronunció, que no mostró nada parecido ni a la sincera emoción de Brandt ni a la humildad de Juan Pablo, y que se apartó escandalosamente de lo que el propio Benedicto XVI ha llamado su obligación de decir la verdad. Por el contrario, el Papa emborronó la interpretación histórica, eludió la responsabilidad moral y rehuyó el deber político.
Benedicto exoneró injustamente a los alemanes de su responsabilidad en el Holocausto y atribuyó la culpa exclusivamente a "una banda de criminales" que "usaron y abusaron" del pueblo alemán, engañado y presionado, como "instrumento" de destrucción. Lo cierto es que los alemanes, en general, apoyaron la persecución de los judíos, y muchos de los cientos de miles que la llevaron a cabo eran ciudadanos corrientes que actuaban de buen grado. No se puede atribuir la culpa del Holocausto, por completo o incluso principalmente, a una "banda criminal". Ningún especialista alemán, ningún político alemán, se atrevería hoy a proponer el relato mitológico que hace Benedicto XVI del pasado.
El Papa sí dijo que "los gobernantes del Tercer Reich querían aplastar a todo el pueblo judío". Pero luego convirtió el Holocausto en un ataque fundamentalmente dirigido no contra los judíos sino contra el cristianismo, al afirmar, sin razón, que el motivo por el que los nazis deseaban matar a los judíos era, en definitiva, "arrancar la raíz esencial de la fe cristiana", es decir, que lo que les movió a matar judíos fue que el judaísmo era la religión de la que procedía el cristianismo. Como sabe cualquier historiador e incluso cualquiera que se moleste en estudiar un poco -y como los historiadores de la Iglesia suelen esforzarse en subrayar-, los criminales alemanes consideraban que los judíos eran una "raza" malévola y poderosa, una "raza", no un grupo religioso. Su deseo de aniquilar a los judíos no tenía nada que ver con el anticristianismo.
El hecho de que Benedicto XVI no dijera que los alemanes asesinaban judíos porque los odiaban encaja en su incapacidad general de afrontar la importancia histórica del Holocausto en el asesinato de masas alemán. Esta omisión rige su discurso de forma sutil y no tan sutil, como en su intención de no llamar al crimen ni Holocausto ni Shoah (Shoah lo incluyó en el último momento, cuando ya había repartido el texto), y en el dato de que la mención explícita de la matanza de judíos ocupase menos de 200 palabras en un discurso de casi 2.300, muchas de ellas dedicadas a la mencionada cristianización del Holocausto. Por supuesto, está muy bien reconocer y recordar que los alemanes asesinaron a otros pueblos, pero de los 1,1 millones de víctimas de Auschwitz, un millón fueron judíos. Y fue una fábrica de muerte diseñada específicamente para los judíos. Por el discurso de Benedicto XVI, nadie podría saber ese dato tan fundamental. Además, la manipulación histórica de Benedicto XVI para cristianizar el Holocausto es un escándalo moral porque oculta la realidad más inquietante sobre el papel de la Iglesia católica en este asunto: en toda Europa, las iglesias respaldaron de forma tácita y activa la persecución de los judíos. El papa Pío XII, los obispos alemanes, los obispos franceses, los jefes de la Iglesia polaca y otros: muchos líderes eclesiásticos, movidos por el antisemitismo, apoyaron o reclamaron la persecución de los judíos (aunque no su matanza). Algunos, como los dirigentes eslovacos y los sacerdotes croatas, llegaron a participar personalmente en los propios asesinatos de masas. Benedicto XVI eliminó y ocultó toda relación entre la Iglesia católica, el cristianismo y el Holocausto, un retroceso importante respecto a la postura que habían adoptado anteriormente Juan Pablo II y muchas iglesias católicas europeas. Por asombroso que parezca, Benedicto XVI entró en Auschwitz, cementerio de un millón de judíos, y no mencionó ni una sola vez el motor fundamental del Holocausto: el antisemitismo. Ni mucho menos el antisemitismo histórico del cristianismo, que durante siglos fue omnipresente en Europa y que culminó en el nazismo y el Holocausto. Independientemente de las diferencias entre el antisemitismo nazi y el caldo de cultivo antisemita del cristianismo, es el vínculo histórico y moral ineludible entre la Iglesia, los nazis y Auschwitz. Desde el Vaticano II, en 1965, la Iglesia ha condenado enérgicamente el antisemitismo y lo ha calificado de pecado. Y, sin embargo, Benedicto XVI, símbolo político y moral para un mundo expectante, permaneció despreocupadamente callado en Auschwitz en un momento en el que el peligro del antisemitismo está resurgiendo, sin pronunciar una sola palabra en su contra y sin recordar a la humanidad lo que ese mal había engendrado allí: una fábrica de muerte. Al final, Benedicto XVI se preguntó dónde estaba Dios. Una pregunta de clérigo. Pero la pregunta que brilló por su ausencia fue dónde estaba la Iglesia. Al apelar a los misterios de Dios, el Papa ocultó incluso uno de los aspectos de la conducta de la Iglesia y Pío XII de los que más se ha hablado siempre: por qué no dijeron nada. Por qué no hicieron algo más para ayudar a los judíos. Semejante evasiva no es la mejor forma de que un dirigente moral asuma su responsabilidad, ni mucho menos de cumplir con la obligación moral de la Iglesia del arrepentimiento y la reparación. En su breve papado, Benedicto XVI ha dado grandes muestras de buena voluntad para mejorar la actitud de la Iglesia respecto a los judíos de hoy. Pero al disimular el pasado -al exculpar a los criminales alemanes y a la Iglesia, al universalizar el Holocausto y al quitar importancia a su motivación puramente antijudía- ofrece al mundo una imagen que contrasta desfavorablemente con la de Juan Pablo II, que, en ocasiones similares, habló con franqueza y humildad y en el espíritu de una Iglesia dedicada a hacer reparaciones, y que se esforzó especialmente en advertir al mundo sobre los males del antisemitismo. Benedicto XVI ha dado un paso atrás en lo que la Iglesia católica había asumido en los años anteriores a su pasado: la necesidad de reconocer su papel en la propagación del antisemitismo y la persecución de los judíos; que muchos católicos, empujados por ese antisemitismo de la Iglesia, intervinieron en la persecución y matanza de los judíos; que la Iglesia debería haber hecho mucho más para ayudar al pueblo agredido. Y, sobre todo, que la Iglesia, como decía la declaración de los obispos franceses en 1997, debe confesar su 'pecado' y pronunciar 'palabras de arrepentimiento'. Sólo entonces tendrá derecho Benedicto XVI a pedir la reconciliación a las víctimas.
Daniel Jonah Goldhagen es autor de Los verdugos voluntarios de Hitler: los alemanes corrientes y el Holocausto (Taurus) y de La Iglesia católica y el Holocausto: una deuda pendiente (Taurus). Se puede leer su obra en www.goldhagen.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
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