SOMOS EMBAJADORES DE SU MAJESTAD, EL CRISTO— EL REY DEL REINO CELESTIAL QUE SE RESTAURARÁ EN LA TIERRA
Por Ingº Mario A Olcese (Apologista)
Embajadores de Cristo
Una de las cosas que todos los seguidores del rey y Mesías debemos entender es que tenemos el rango de embajadores en este mundo, pues hablamos por nuestro Rey, el Dios del mundo venidero, o de la era del Reino. Dice Pablo en 2 Corintios 5:20: “Así que, somos EMBAJADORES en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.
En Efesios 6:19,20, Pablo dijo: “Y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar”.
Observen, hermanos, que Pablo era un embajador del Mesías para dar a conocer el misterio del evangelio. Ese evangelio, sin duda, presentaba o revelaba un nuevo rey que dominaría el mundo. Este hecho se deja notar en su predicación registrada en Hechos 17:1-7, donde a los conversos de Pablo se les acusa de predicar que existía “otro rey”, llamado Jesús.
Pablo, sin duda, fue un embajador que hablaba de su rey y reino de justicia. El estaba proclamando, como embajador de Cristo, de que había otro rey y reino por establecerse en la tierra, literalmente hablando, que regiría el mundo con justicia y rectitud. Pero él no estaba simplemente hablando de un “reinado en los corazones” de los creyentes, sino de un reinado literal y mundial sobre todos los hombres de la tierra, sobre aquellos que sobrevivan a la batalla final del Todopoderoso. El tenía en mente un gobierno único y justo en toda la tierra, por eso es que su prédica, y la de sus discípulos, ocasionaban muchos “anticuerpos” y una dura persecución por parte de las autoridades judías y romanas de aquel entonces. Si realmente aquel reino predicado por los embajadores de Cristo era uno de carácter espiritual o alegórico, ellos pudieron haberlo aclarado a sus detractores, y de este modo se hubieran evitado tantos problemas y acusaciones innecesarias. Pero no lo pudieron hacer, dado que su predicación revelaba de manera clara y literal de la venida de un gobierno mundial único justo que reemplazaría a todos los reinos del diablo, representados por las autoridades de aquel entonces y las de hoy.
Trasladados al reino del amado Hijo
Actualmente, el Dios es de este siglo malo es el diablo (2 Cor. 4:4), pero en el siglo venidero de justicia, será Cristo, el Dios que dominará y regirá a todo el mundo habitado, de un extremo a otro del planeta. Es por eso que como embajadores del rey, debemos estar proclamando a Su Majestad y su reino, e iluminando a las naciones con Su mensaje de liberación, de un traslado del reino de la oscuridad al reino de la luz. En ese sentido, los hijos de Dios, los ungidos, los colaboradores de su Majestad, estamos avocados a trasladar al reino de Su Majestad, Jesucristo, a todos aquellos que están aún esclavos en el reino de las tinieblas. Dice Pablo: “El cual (Dios el Padre) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y TRASLADADO al reino de su amado Hijo” (Col. 1:13).
Pero mientras el diablo siga siendo el Dios de este mundo, nuestro trasladado al reino de la luz es una promesa y un hecho sólo a la vista de Dios. Sin embargo, este traslado se hará una realidad completa sólo cuando el Señor de este mundo, el Dios malévolo, sea depuesto de su trono de maldad, por la resplandeciente y poderosa venida del Soberano del reino mesiánico a la tierra con todos sus ángeles. “Y entonces el rey dirá a los de su derecha, venid benditos de mi Padre, HEREDAD EL REINO preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mateo 25:31,34).
Por tanto, cuando el rey venga a la tierra con todos sus ángeles, él depondrá al diablo de su trono y lo hará atar por mil años para que no engañe más a las naciones. Esta verdad se refrenda leyendo Apocalipsis 20:1-4: “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”.
Se restaura el reino de Dios en la tierra
Por fin los santos, los que son parte de su cuerpo, su iglesia, se sentarán en sus tronos junto con la cabeza, Jesucristo. Cabeza y cuerpo reinarán juntos, bien unidos, para traer la justicia sempiterna a la tierra. Será una era de paz y amor como nunca antes se ha visto. No será un reino supramundano (ya sea en el cielo o en algún planeta por allí) sino en esta misma tierra renovada y restaurada a su condición original.
Para ese entonces la esperanza expresada por los discípulos en Hechos 1:6 se habrá cristalizado completamente. Por fin el reino prometido habrá sido restaurado como en los tiempos de David, y el mundo disfrutará del reinado del Cristo y sus ungidos en la tierra, siendo la sede de ese reino la ciudad de Jerusalén.
Esta es la esperanza que tuvieron los judíos fieles, los profetas y los apóstoles del Señor Jesucristo. Una esperanza que Jesús había venido, no ha abrogar o anular, sino a CONFIRMAR, pues así lo dijo Pablo a los romanos, con estas palabras que no admiten discusión alguna: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para CONFIRMAR las promesas hechas a los padres” (Romanos 15:8). Y recordemos que hubo pactos pendientes por cumplirse, como por ejemplo, el Abrahámico y el davídico. El primero relativo a una simiente y a una herencia terrenal, y el segundo relativo a un reino o gobierno por restaurarse en la tierra a través de un descendiente del legendario rey David.
Pero la ceguera aún subsiste
Recordemos que el diablo no ha dejado de ser aún el dios de este mundo que obstaculiza el evangelio de la gloria de Cristo, y sin duda es evidente que todo este mundo tumultuoso yace bajo el poder del maligno (2 Cor. 4:4; 1 Juan 5:19).
Jesús dice que Satanás es el gran engañador, mentiroso y homicida, ¿sino cómo se explica todo el mal existente en nuestro mundo hoy, y que va en aumento galopante? En ese sentido, la obra maestra del diablo ha sido, y aún sigue siendo, el engaño, la mentira, y el obscurecimiento del evangelio salvador del reino de Dios. Este reino de Dios, que fue el mensaje central de toda la predicación de Jesús, ha sido trastocado y maquillado por Satanás, para que los potenciales creyentes lo entiendan de manera deformada, desviada, y pervertida, sin que se percaten de esa maléfica maniobra satánica los más de los novicios. Simplemente el diablo ha logrado que se presente a un Jesús y un evangelio diferentes”, que poco o nada se parecen al original. Pablo previó eso y vio el accionar de los falsos maestros que predicarían evangelios espurios, cuando advirtió a los Gálatas, lo siguiente: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gál. 1:6-12).
Es hora de retomar el evangelio original de Cristo y predicarlo por todos lados, pues haciéndolo así aceleramos, por así decirlo, la segunda venida de Jesús para restaurar todas las cosas, y cumplir las promesas hechas a los padres.
EMBAJADOR
En su uso bíblico, un representante oficial enviado por un gobernante en una ocasión especial y con un propósito específico. Se solía utilizar en este puesto a hombres maduros; esa es la razón por la que las palabras griegas pre·sbéu·ō (‘actuar como embajador’, Ef 6:20; ‘ser embajador’, 2Co 5:20) y pre·sbéi·a (“cuerpo de embajadores”, Lu 14:32) están relacionadas conpre·sbý·te·ros, que significa “hombre mayor; anciano”. (Hch 11:30; Rev 4:4.)
Después de que Cristo dejó la escena terrestre y ascendió a los cielos, se asignó a sus seguidores fieles a actuar en su lugar, “en sustitución de Cristo”, como embajadores de Dios. De hecho, Pablo menciona específicamente su función de embajador. (2Co 5:18-20.) A él, como a todos los seguidores ungidos de Jesucristo, se le envió a las naciones y a las personas que estaban alejadas de Jehová Dios, el Soberano Supremo, en calidad de embajador en un mundo que no estaba en paz con Dios. (Jn 14:30; 15:18, 19; Snt 4:4.) Como tal, Pablo era portador de un mensaje de reconciliación con Dios mediante Cristo. Mientras estaba en prisión, dijo de sí mismo que era un “embajador en cadenas”. (Ef 6:20.) El hecho de que estuviera en cadenas demostraba la hostilidad de este mundo hacia Dios, Cristo y el gobierno del Reino mesiánico, pues desde tiempos remotos se ha considerado inviolable la figura del embajador. Con esta falta de respeto a los embajadores enviados para representar al reino de Dios bajo Cristo, las naciones pusieron de manifiesto su más dura hostilidad e incurrieron en el más grave de los insultos.
Al cumplir con su cometido de embajador, Pablo respetó las leyes de las naciones, pero permaneció estrictamente neutral con respecto a las actividades políticas y militares del mundo. Su proceder estuvo de acuerdo con el principio de que los embajadores deben obedecer la ley del país adonde se les envía, aunque no tienen que jurar lealtad a dicho país.
La manera como una persona recibe a estos embajadores de Dios determina cómo la tratará Dios a ella. Jesucristo usó este principio en su ilustración del hombre que era dueño de una viña y que primero envió a sus esclavos como sus representantes y luego a su hijo. Los cultivadores de la viña maltrataron brutalmente a aquellos esclavos y mataron al hijo del dueño. Por esta razón, el dueño de la viña dio muerte a los cultivadores hostiles. (Mt 21:33-41.) Jesús también empleó otra ilustración: un rey a cuyos esclavos asesinaron cuando salieron en calidad de mensajeros a llamar a los invitados a un banquete de bodas. A los que recibieron de esta manera a los representantes del rey les consideró sus enemigos. (Mt 22:2-7.) Jesús enunció este principio con claridad cuando dijo: “El que recibe a cualquiera a quien yo envío me recibe a mí también. A su vez, el que me recibe a mí recibe también al que me envió”. (Jn 13:20; véase también Mt 23:34, 35; 25:34-46.)
Además, Jesús usó el trabajo en pro de la paz que efectúa un embajador, para ilustrar la necesidad que tenemos de pedir la paz con Jehová Dios y dejar todas las cosas con el fin de seguir las pisadas de su Hijo y obtener el favor divino y la vida eterna. (Lu 14:31-33.) Por otra parte, también ilustró que es una insensatez relacionarse con los que envían embajadores para hablar en contra de aquel a quien Dios confiere poder real. (Lu 19:12-14, 27.) Los gabaonitas son un buen ejemplo en lo que respecta a buscar la paz de un modo prudente y eficaz. (Jos 9:3-15, 22-27.)
Enviados precristianos. En tiempos precristianos no existía un cargo gubernamental oficial que equivaliera exactamente al de embajador del día moderno. No había un oficial residente que representara a un gobierno extranjero. Por eso, los términos “mensajero” (heb. mal·ʼákj) y “enviado” (heb. tsir) designan con más exactitud las obligaciones de estos personajes en tiempos bíblicos. No obstante, en muchos aspectos, algunos de los cuales se considerarán más adelante, su rango y su condición eran similares a los de los embajadores. Estos hombres eran representantes oficiales que llevaban mensajes de un gobierno a otro.
A diferencia de los embajadores de hoy día, los enviados o mensajeros de la antigüedad no residían en capitales extranjeras, por lo que prestaban ese servicio solo en ocasiones especiales y con un propósito específico. Solían ser personas de rango (2Re 18:17, 18), y su cargo era muy respetado. En consecuencia, se les garantizaba inviolabilidad personal cuando visitaban a otros gobernantes.
El trato que se daba a los mensajeros o enviados de un gobernante se consideraba como si se diese al gobernante y a su gobierno. Por eso, cuando Rahab mostró favor a los mensajeros que Josué había enviado como espías a Jericó, en realidad lo hacía porque reconocía que Jehová era el Dios y Rey de Israel. Por consiguiente, Jehová le mostró favor mediante su siervo Josué. (Jos 6:17; Heb 11:31.) Una violación grave de la costumbre internacional de respetar a los enviados fue la acción de Hanún, el rey de Ammón, a quien el rey David envió algunos de sus siervos en gesto de amistad. El rey de Ammón escuchó a sus príncipes, que falsamente llamaron espías a los mensajeros, y humilló en público a estos enviados, demostrando así su falta de respeto a David y a su gobierno. Este ultraje provocó la guerra. (2Sa 10:2–11:1; 12:26-31.)
A diferencia de la costumbre actual de retirar al embajador cuando se rompen las relaciones diplomáticas con un país, los pueblos de tiempos antiguos mandaban mensajeros o portavoces cuando surgían situaciones de tensión en un intento de reanudar las relaciones pacíficas. Isaías habla de estos “mensajeros de paz”. (Isa 33:7.) Ezequías envió una súplica de paz a Senaquerib, el rey de Asiria. A pesar de la amenaza de Senaquerib a las ciudades fortificadas de Judá, los asirios dieron paso libre a los mensajeros porque iban como enviados de Ezequías. (2Re 18:13-15.) Otro ejemplo se encuentra en el registro sobre Jefté, juez de Israel. Este juez despachó mensajeros con una carta de protesta por una mala acción del rey de los ammonitas y para aclarar una disputa sobre derechos territoriales. Jefté habría zanjado la cuestión mediante sus enviados sin llegar a la guerra si el rey ammonita hubiera respondido de forma favorable. A los mensajeros se les permitió pasar entre los ejércitos sin estorbo. (Jue 11:12-28; véase MENSAJERO.)
La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad (Rom. 1:18).
¿Será muy tarde para liberarse del dominio de Satanás y buscar el favor divino? No, pues Jehová aún tiene abierta de par en par la puerta a la reconciliación. Los ungidos, que son “embajadores en sustitución de Cristo”, encabezan un ministerio que beneficia a personas de todas las naciones. En efecto, mediante esta obra les hacen la siguiente invitación: “Reconcíliense con Dios” (2 Cor. 5:20, 21). El apóstol Pablo señaló que “Jesús [...] nos libra de la ira que viene” (1 Tes. 1:10). Jehová realizará esa manifestación definitiva de su cólera destruyendo para siempre a los pecadores que se niegan a arrepentirse (2 Tes. 1:6-9). ¿Quién se salvará? La propia Biblia da la respuesta: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). Como vemos, cuando llegue el día de la cólera de Jehová y este sistema termine, se salvarán todos los que demuestren fe en Jesús y su sacrificio redentor. w10 15/8 2:5-7
Embajadores con credenciales de su majestad, el señor Jesucristo.
Los Embajadores de Su Majestad, el rey Jesucristo, son hombres nobles que están sirviéndole como sus representantes en la tierra, difundiendo los principios y la manera de ingresar en él para así poder gozar de sus bendiciones espirituales nunca antes imaginada por hombre alguno.
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