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Los testigos de Jehová en vez de perder su tiempo predicando los domingos deberian:

¿Deberian los medicos OBLIGAR a sus pacientes en contra de su voluntad a recibir transfusiones de sangre aun cuando exista el riesgo de contraer Sida o Hepatitis?

¿Usan los Testigos de Jehová Imagenes Ocultas en su literatura?

ALBERT EINSTEIN... LA MAS GRANDE PATRAÑA ATEA MODERNA... ¿ATEO O RELIGIOSO?










http://www.taringa.net/posts/info/1230577/Los-sufrimientos-de-Einstein.html

También Einstein era relativo



El sabio del siglo XX tuvo una vida llena de zonas oscuras. Dos nuevas biografías, aún inéditas en , presentan a Einstein como un mujeriego que no supo mantener relaciones estables y sanas ni con sus ni con sus hijos, uno de ellos esquizofrénico.

En 1931, Charlie Chaplin invitó a Albert Einstein al estreno de la película Luces de la ciudad, con todo el glamour del Hollywood dorado. El genio, vestido de frac, acudió con su mujer, Elsa, y se quedó estupefacto cuando el público les dedicó una atronadora ovación al final de la película. Un poco desconcertado, Einstein susurró a Chaplin sobre qué significaban esos aplausos. “Nada”, respondió Charlot. “La gente me idolatra porque todo el mundo me comprende, y a ti te adoran porque casi nadie te entiende”.



"Perdóname por tu existencia", llegó a escribirle a su hijo Eduard, de delicada salud mental"


El misterio acerca de este hombre de aspecto afable y melena blanca, que reinventó la forma de mirar el universo y su espacio-tiempo, aún perdura. Una leyenda urbana dice que los ojos de Einstein, extraídos después de su muerte (el 17 de abril de 1955), están conservados dentro de una caja de seguridad en un banco de Nueva York o de Nueva Jersey. Y el patólogo Thomas Stolz Harvey, que realizó su autopsia, se quedó su cerebro sin permiso guardándolo en dos jarras de cristal en su casa de Wichita, en Kansas, durante 23 años. Perdió su empleo, pero se hizo famoso. Los científicos han estudiado al milímetro estos pedazos, del tamaño de una chocolatina. No han encontrado ninguna fisiología excepcional que aclare por qué la mente de Einstein brilló como una supernova.


Las dos últimas biografías del genio (Einstein, a biography, del escritor alemán Jurgen Neffe, y Einstein, his life and the universe, del periodista y antiguo directivo de Time Walter Isaacson), se acercan peligrosamente a su vida, a sus esposas (Mileva Maric y Elsa Einstein), amantes e hijos. “En 2006 se desvelaron unas 4.000 cartas privadas de Einstein”, explica Walter Isaacson, ahora presidente del Instituto Aspen en Washington DC. “Muestran a un Einstein muy pasional, destrozado por problemas en su vida familiar, mientras descubría la relatividad general. Una historia muy dramática”.




Las últimas biografías describen a Einstein como un hombre que buscaba la compañía de amantes, que se afeitaba mal, de escasa higiene y pies sudorosos, que usaba la misma ropa todos los días y roncaba alto.


La obra de Jurgen Neffe muestra un retrato si cabe más oscuro del físico alemán: un hombre brillante, pero sentimentalmente inestable, que escribía intensas cartas de amor a las que serían sus esposas, para tratarlas luego con dureza y desdén; que buscaba fogosamente la compañía femenina fuera del matrimonio; alguien que se afeitaba mal, de escasa higiene y pies sudorosos; que usaba la misma ropa cada día, roncaba alto y evitaba los barberos, obligando a su miope esposa Elsa a cortarle el pelo. A pesar de su reconocimiento internacional como pacifista, Einstein no veía con malos ojos la pena de muerte para individuos “sin valor o peligrosos”, aunque se oponía formalmente a ella por su desconfianza crónica en los seres humanos que la aplicaban ““lo que valoro en la vida es la calidad más que la cantidad”“. Defendía el aborto como derecho de la mujer y se oponía a la persecución de los homosexuales, excepto en los casos en que “sea necesario proteger a la gente joven”. Está el hecho, poco conocido, de que escribió incontables declaraciones juradas para ayudar a los inmigrantes judíos que escapaban del horror nazi a entrar en América, salvando probablemente cientos de vidas.

El Einstein real es más familiar a sus historiadores que a la gente. Escribió cerca de 12.300 cartas a lo largo de su vida, distribuidas por todo el mundo y sus familiares. De acuerdo con Christoph Lehner, doctor del Instituto Max Planck de la Historia de la Ciencia, la mayoría son accesibles a los investigadores (el proyecto Einstein Papers de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el Instituto Tecnológico de California, que las digitaliza, tienen trabajo para medio siglo). Los resultados, en cambio, se destilan mucho más lentamente hacia la arena pública. En 1998, nueve cartas escritas entre 1945 y 1946 revelaron que Einstein mantuvo una relación amorosa con Margarita Konenkova, una espía rusa que se citó con el genio en 1935. En 2006 se supo que mantenía al menos a diez amantes, aparte de sus dos esposas. El goteo de datos es continuo y valioso. Su vida ofrece aún huecos que rellenar.

El retrato de Neffe es el más provocador. Se sabía que Einstein y Mileva Maric, casados en 1903, no acabaron bien “trato a mi esposa como a una empleada a la que no puedo despedir; tengo mi propio dormitorio y evito estar a solas con ella“. Se divorciaron en 1919. Neffe escribe que Einstein pudo haberla maltratado físicamente. “Algunos pasajes en el diario de un amigo de la familia incluso sugieren que Einstein golpeaba a su mujer. Informes procedentes de su hijo mayor, Hans Albert, atestiguan el hecho de que era capaz de usar la fuerza física”, escribe.

Revelaciones que han suscitado ya críticas. “Hasta donde llegan mis conocimientos, no existe una prueba creíble que apoye esta sugerencia”, afirma Jeroen van Dongen, investigador del Instituto para la Historia y Fundación de la Ciencia de la Universidad de Utrech, que colabora con la Fundación Einstein Papers Project. Neffe hace hincapié en otras sombras. Los depositarios de las cartas de Einstein, Otto Nathan y Helen Dukas (la secretaria personal de Einstein, que murió en 1982), “pusieron dificultades a aquellos que trataron de tener acceso a los 42.000 archivos (¿); no resulta sorprendente que muchos de los documentos desaparecieran” poco después de su muerte, en 1955. “No hay duda de que algunos que mostraban un perfil desfavorable fueron eliminados”.

La segunda esposa de Einstein, Elsa, era su prima. Comenzaron su relación como amantes, cuando el genio todavía estaba casado con su primera mujer. Elsa le acompañó hasta la muerte de ella, en 1936. En la imagen, instalados ya en EE UU, disfrutan de unas vacaciones en California



Para Walter Isaacson, las nuevas cartas muestran que Einstein mantuvo con Mileva una relación de “amor y odio” mucho más acentuada. “Era muy abierto a mantener relaciones con otras mujeres aunque estuviera casado, incluso durante su segundo matrimonio con Elsa”.

La perspectiva con la que se examina las relaciones amorosas de Einstein no es la misma que con Picasso, Kennedy o Mozart, advierte Neffe. La amoralidad ensalza las figuras de estos últimos, pero con Einstein es diferente; al público le encaja mejor la imagen del científico puro y sin sexo que un faldero agresivo. Por otra parte, Einstein nunca estableció una relación fácil con sus hijos. Tuvo una hija ilegítima con Mileva en 1901, dos años antes de su matrimonio. Mileva se desplazó a Serbia, concibió a la niña “bautizada como Lieserl” y volvió a Suiza sin ella. Parece que Einstein no quiso conocerla; nada se sabe del destino final de Lieserl.

Einstein fue un padre vacilante, y alternaba el amor y el rechazo con sus dos únicos hijos, Hans Albert (nacido en 1904) y Eduard (1910), el más débil de salud, con una mente quebrada en sus últimos años por la esquizofrenia. Esta relación pendular, afirma Neffe, produciría en ellos un daño permanente, pero también ofrece una ventana al paradigma emocional de Einstein. El 29 de julio de 1914, a las nueve de la mañana, Einstein se despedía de Mileva y de dos niños en la estación de tren de Anhalt, en Berlín. Después, según contaría a Elsa, lloró amargamente. Entre septiembre y noviembre de 1915, su genio explotó, deduciendo brillantemente que la gravedad no era una fuerza, sino una deformación del espacio-tiempo en su teoría de la relatividad.



Sin embargo, la salud de Eduard, dos años después, seguiría torturándole. Einstein se culpaba a sí mismo de la “lamentable condición” de su hijo y estaba obsesionado con la genética. Llegó a creer que la culpa la tenía su esposa Mileva. En 1917, Einstein escribió: “Mantener algo vivo más allá de los años de fertilidad es minar la civilización humana”. El genio le dio la espalda en repetidas ocasiones. Hay cartas de Mileva rogándole que visitara a su hijo, cuyos deseos de ver a su padre se prolongaban en el tiempo sin conseguir respuesta. En 1927, Einstein llegaría a escribirle: “El deterioro de la raza humana es una mala cosa, posiblemente una de las peores. ¿Piensas que tu padre ha pecado” Quizá. En ese caso, perdóname por tu existencia”.



Incluso antes de pisar suelo americano, Einstein tropezaría con la paranoia estadounidense. Le llegaron a tachar de “alemán bolchevique”. Einstein tuvo que acudir a dar explicaciones al consulado americano en Berlín y amenazó con cancelar su viaje si iba a entrar como “sospechoso”. Años después, y pese a la famosa carta que escribió al presidente Roosevelt advirtiéndole de los riesgos de que los nazis construyesen una bomba atómica y animándole a hacer lo propio (lo que reconocería luego como su mayor error), el FBI de Edgard Hoover le puso en su lista negra.

Isaacson y Neffe esculpen retratos antagónicos de su etapa americana. La caza de brujas emprendida por el senador Joseph McCarthy causó en él una honda desesperación, afirma Isaacson, al comprobar “el lado oscuro de América”. “Pensó que las investigaciones sobre la lealtad de la gente durante esa época del miedo al comunismo en Estados Unidos estaba deslizando al país hacia el fascismo”. 
http://archivistica.blogspot.com/2012/03/documentos-ineditos-en-el-archivo.html

Documentos inéditos en el archivo online sobre Einstein‎.

Un importante acervo, integrado por más de 80 mil documentos, entre archivos científicos, correspondencia personal, entrevistas y textos biográficos de Albert Einstein, han sido digitalizados y puestos a disposición en el sitio "web" http://alberteinstein.info/
Uno de los documentos que por primera vez pueden conocerse, a través de este sitio electrónico, es una carta de Einstein dirigida a la comunidad judía de Berlín en la que se hace la distinción entre la religión judía y el nacionalismo judío; además de una emotiva tarjeta postal de su madre enferma.

El zapato perfecto según Einstein (1952)

Mayúscula fue la sorpresa de Peter Hulit, un zapatero de Princeton (New Jersey), cuando a finales de 1952 recibió en su tienda de zapatos una llamada telefónica de urgencia...

Helen Dukas, secretaria de Albert Einstein, le pedía que acudiese cuanto antes a casa del gran físico para ayudarle a resolver un problema: le dolían los pies y necesitaba unos zapatos nuevos.

Hulit, buen conocedor de su profesión, debió pensar que resulta muy difícil concentrarse y hacer bien las cosas cuando te duelen los pies... incluso si eres un genio. Así que no lo dudó un instante y, llevando consigo un medidor de pie y unos cuantos pares de zapatos, se presentó en casa de Einstein.

Al entrar en la pequeña casa de dos pisos, Hulit, todavía asombrado, se encontró a Einstein bajando por las escaleras y fumando su pipa. El físico le dio la mano e inmediatamente sacó del bolsillo trasero del pantalón un pedazo de papel doblado.

This is the problem” dijo señalando el trozo de papel.

Bocetos 1952
Trozo de papel que Einstein entregó a Peter Hulit, firmado por el físico | 1952 | Dominio Público

Se trataba de un rápido esbozo en el que Einstein ilustraba su problema del dolor de pies así como el diseño de un zapato más cómodo: el zapato perfecto.

Einstein había escrito en la parte superior: “representación del peso?

Más abajo había dibujado dos bocetos de su pie derecho, que mostraban el patrón de la presión en el pie.

El boceto que etiquetó como “bad” (malo) mostraba su problema actual: la presión se concentraba en su dedo gordo y en el borde exterior de su pie, causándole dolor.

El etiquetado como “good” (bueno) mostraba la solución de Einstein, lo que para él sería el zapato perfecto: un zapato que permite un amplio espacio alrededor del pie para que la presión pueda ser mejor y uniformemente distribuida.

Bocetos 1952
Ampliación de los bocetos de Einstein | 1952 | Dominio Público

El bueno de Einstein caminaba casi todos los días cerca de dos kilómetros desde su casa hasta el Institute for Advanced Study.

Como buen investigador científico había tratado de averiguar la causa de su propio dolor de pies, así como encontrar una solución que le aliviase...

... pero a veces no hace falta ser un genio para diagnosticar un problema.

Como el propio Peter Hulit dijo más tarde:

"Einstein tuvo la idea correcta. Sin embargo, lo que realmente ocurría es que Einstein había ganado algo de peso en su avanzada edad, y sus pies cambiaron de talla."
Después de la medición, Hulit llegó a la conclusión de que el profesor sólo necesitaba unos zapatos más grandes. Únicamente eso.

Cualquiera de nosotros, al igual que el zapatero de Einstein, habríamos pensado simplemente en comprar un zapato más grande como solución al problema. No le daríamos más vueltas.

Pero el cerebro del gran físico estudiaba y analizaba la situación de otra manera más profunda y compleja, dando finalmente como solución aquel “zapato perfecto” de su boceto que, al final, era lo mismo que un zapato de más talla... aunque desde una perspectiva más científica.

Esa fue la grandeza de Albert Einstein: imaginar, pensar y percibir las cosas de manera distinta a como se había hecho hasta ahora, analizándolas y tratando de encontrar una explicación lógica desde varios puntos de vista.

... Y así revolucionó la física.
"El genio, en verdad, significa poco más que la facultad de percibir las cosas de una manera distinta." (William James, filósofo estadounidense)


Música del Post | Pulp

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Más información: No he podido encontrar nada en castellano acerca de esta anécdota. Para más información en ingles sólo he dado con estas cuatro referencias (1 ,2, 3 y 4).
Fuentes: La fotografía del boceto de Einstein es de dominio público. (1)
Relacionado: Einstein es uno de los personajes favoritos de la Aldea, por eso le hemos dedicado diversos artículos a lo largo de estos dos años e incluso tiene su propia etiqueta.

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Artículo realizado por Guillermo

http://recuerdosdepandora.com/filosofia/como-albert-einstein-se-convirtio-en-un-libreprensador/

Cómo Albert Einstein se convirtió en un libreprensador

Publicado el 26/05/2011
El librepensador es aquella persona que es capaz de analizar todo lo que le rodea de forma imparcial, de tal modo que puede extraer sus propias conclusiones. Hasta el siglo XVIII este concepto no había existido como tal, aunque muchos filósofos ya se habían mostrado conscientes de cómo todo lo que les rodeaba influía sobre ellos. Con el triunfo de la Ilustración en Francia, el librepensamiento se fue extendiendo a la misma velocidad que la búsqueda de la razón.
Los ilustrados tenían claro que, para que la razón triunfase, había que rechazar todos los dogmas impuestos por las instituciones que rodean a la sociedad, ya fueran de carácter religioso o no. De este modo, podrían recurrir únicamente a la razón para poder distinguir lo verdadero de lo falso.

I: Pensamiento, la flor que simboliza el librepensamiento
Albert Einstein, como la gran mayoría de vosotros sabéis, nació en el seno de una familia judía, y durante los primeros años de su vida se le inculcó la religión judía como la única y verdadera. Fue gracias a la relación con su tío Jacob, como Einstein comenzó a redibujar su forma de pensar.
Jacob convenció al padre de Einstein (su hermano) para montar un taller en el que realizar proyectos y experimentos, con el fin de ganar un dinero extra. Las investigaciones de Jacob estaban demasiado centradas en el futuro, y no tuvo en cuenta la necesidad real de sus inventos en la sociedad de su época, lo que le llevó al fracaso. Aún así, Albert Einstein encontró la motivación en su tío, lo que le llevó a satisfacer sus inquietudes mediante la lectura de libros de divulgación científica. Con ello, Einstein empezó a cuestionar la religión.

I: Albert Einstein de niño, con 14 años
Quizá para explicar más claramente este hecho, tal y como Einstein lo vivió, sea recurrir a un texto que el propio Einstein escribió en vida y que más tarde sería publicado en 1979 en un libro repleto de notas autobiográficas. Entre todas, merece la pena destacar una titulada Becoming a Freethinker and a Scientist (Convirtiéndome en librepensador y científico):
Cuando era un joven precoz, me quedé muy impresionado con la inutilidad de las esperanzas y anhelos que persiguen la mayoría de los hombres inquietos a lo largo de la vida. Además, pronto descubrí la crueldad de esa persecución, que en aquellos años se escondía con mucho más cuidado con la hipocresía y las palabras brillantes que hoy en día. Por la mera existencia de su estómago, todo el mundo ha sido condenado a participar en esa persecución. El estómago bien podría satisfacerse por tal participación, pero no el hombre en la medida en que él es un ser que piensa y que siente.
Como primera salida estaba la religión, que se implanta en cada niño mediante la maquinaria de la educación tradicional. Así llegue a una religiosidad profunda, que, sin embargo, alcanzó un final abrupto a la edad de doce años. Mediante la lectura de libros de divulgación científica, pronto alcancé la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no podían ser ciertas.
La consecuencia fue una positiva y fanática orgía de librepensamiento aderezada con la impresión de que la juventud está siendo engañada intencionadamente por el estado mediante mentiras. Esto era una impresión aplastante. De esta experiencia creció una desconfianza de toda clase de autoridad, una actitud escéptica hacia las convicciones que se mantenían vivas en cualquier ambiente social específico. Esta es una actitud que nunca más me ha abandonado, si bien, más tarde, esto haya sido atenuado por una mejor perspicacia de las conexiones causales.
Tengo bastante claro que el paraíso religioso de la juventud, que de este modo desapareció, fue un primer intento de liberarme de las cadenas de lo “simplemente el personal”, de una existencia dominada por deseos, esperanzas, y sentimientos primitivos. Allá afuera estaba este mundo enorme, que existe al margen de nosotros, los seres humanos, y que está de pie ante nosotros como un gran y eterno enigma, por lo menos parcialmente accesible a nuestra inspección y pensamiento.
La contemplación de este mundo fue como una liberación, y pronto noté que muchos hombres a quienes yo había aprendido a estimar y admirar, habían encontrado la libertad interior y la seguridad en su búsqueda. El alcance mental de este mundo extra-personal dentro del marco de nuestras capacidades se presentó a mi mente, mitad conscientemente, mitad inconscientemente, como un objetivo supremo. Hombres motivados de modo similar, del presente y del pasado, así como las ideas que ellos habían logrado, eran los amigos que no podían perderse. El camino a este paraíso no era tan cómodo y atractivo como el camino al paraíso religioso; pero se ha mostrado fidedigno, y nunca he arrepentido de haberlo escogido.

"Einstein odiaba que los ateos le identificaran con su causa"

Director de la revista Time, el periodista Walter Isaacson es el autor de Einstein, su vida y su universo, la biografía más completa del genio

 

Como director de la revista Time, Walter Isaacson escogió a Albert Einstein Personaje del siglo XX y, en 2003, empezó a escribir Einstein, su vida y su universo (Debate, 2008). Es la biografía más completa del genio gracias al análisis meticuloso de las 1.300 cartas privadas que Einstein había cedido a su hijastra Margot, y ésta a la Universidad Hebrea con la condición de no hacerlas públicas hasta 20 años después de su propia muerte. En julio de 2006, los aspectos más íntimos de la vida de Einstein quedaron al descubierto, y Walter Isaacson fue uno de los que más tiempo pasó revisándolos.
¿Qué le sorprendió más de las cartas de Einstein?
Lo apasionado e intenso que era, esa imagen de sabio despistado encerrado en su mundo y distante en las relaciones personales no es acertada.

"No fue un gran ejemplo de marido ni de padre, pero no debemos fijarnos sólo en fragmentos de sus cartas" 

Pero en sus cartas Einstein se revela como una persona fría, capaz de indicar por escrito a su esposa Mileva que debía callarse cuando él se lo pidiera, o de decirle a su amigo Michele Besso: "Para Edward [el hijo de Einstein aquejado de esquizofrenia] quizás sería mejor irse antes de descubrir cómo era en realidad la vida".
Sí, es cierto que no fue un gran ejemplo de marido ni de padre y que le costaba establecer vínculos afectivos, pero no debemos fijarnos sólo en fragmentos aislados de sus cartas. Cuando las analizas de manera global te das cuenta de que Einstein se preocupaba muchísimo por su familia. Sólo pasó una etapa solitaria entre 1905 y 1915, cuando se encerró en su apartamento de Berlín para concentrarse en sus investigaciones científicas. Allí estaba aislado de sus compañeros alemanes por sus ideas pacifistas y distanciado de su mujer y sus hijos. Fue entonces cuando su matrimonio con Mileva se deshizo, pero en las cuantiosas cartas que
enviaba a su esposa se puede ver cómo añoraba a sus hijos.
Durante esta etapa la relación amorosa con su prima Elsa se hizo más intensa; ¿es cierto que prometió a Mileva darle el dinero del Nobel si aceptaba divorciarse?
Sí, y lo cumplió años más tarde. Como estaba convencido de que iba a ganar el Nobel por alguno de sus descubrimientos de 1905, prometió a Mileva darle el dinero del premio si accedía a divorciarse de él. Ella era científica; estuvo calculándolo durante una semana, y terminó aceptando.

"Dijo que no estábamos hechos para ser monógamos y que era normal sentirse atraído románticamente por otras mujeres" 

Parece que su posterior matrimonio con Elsa tampoco fue idílico, a tenor de las seis amantes que tuvo según sus cartas...
Einstein era un rebelde que desafiaba constantemente el pensamiento convencional, ya sea en ciencia, en política o en asuntos personales. A Elsa le dijo que no estábamos hechos para ser monógamos y que era normal sentirse atraído románticamente por otras mujeres. Elsa lo aceptaba, y ambos estaban satisfechos con su relación. En realidad se querían mucho.
¿Fue esta rebeldía ante lo convencional, ante el conocimiento establecido, lo que le llevó a imaginar algo tan revolucionario como que el tiempo no siempre pasa igual de rápido, o que la gravedad deforma el espacio?
Exacto. La creatividad y el desafío a los dogmas fueron sus grandes armas científicas. Cuando trabajaba en la oficina de patentes sabía que había mucha gente con más experiencia e inteligencia que él, pero fue un joven Einstein, radical e imaginativo, quien formuló la teoría de la relatividad. Por eso dijo después: "La imaginación es más importante que el conocimiento".
Sin embargo en su libro asegura que Einstein no era un relativista. ¿A qué se refiere?
En el fondo Einstein era un determinista clásico, convencido de que el Universo se regía por unas constantes y leyes absolutas, y pensaba que conociéndolas podríamos llegar a predecir el futuro, incluso a nivel psicológico. Él no creía en el libre albedrío, ni en el azar, ni en la incertidumbre a escala subatómica.

De joven defendía el cuestionamiento a la autoridad, pero de mayor perdió parte de su carácter revolucionario y se hizo más conservador 

¿Viene de aquí su inflexible resistencia a la cuántica?
Fue un tozudo con la cuántica. De joven defendía el cuestionamiento a la autoridad, pero de mayor perdió parte de su carácter revolucionario y se hizo más conservador. Ya no aceptaba las ideas de la física que contradecían sus principios filosóficos.
Esto choca con una de sus citas más famosas: "La experiencia es la única fuente de conocimiento".
Esta frase no la habría dicho en la última etapa de su vida. Cuando se necesitaban experimentos para confirmar su teoría de la relatividad seguía una filosofía basada en la observación y la experimentación como única forma de conocimiento, pero luego se alejó de esta visión y empezó a buscar la teoría unificada a partir exclusivamente del formalismo matemático, sin ninguna referencia a propiedades físicas.
¿Por eso, el mismo día de su muerte, le dijo a su hijo: "Si supiera más matemáticas..."?
Sí, para él las matemáticas eran un lienzo donde dibujar la realidad. No servían sólo para justificar hipótesis, ellas te pueden guiar a nuevas teorías. Terminó sus días feliz, pero con cierta frustración por no haberse acercado a las ecuaciones que regían su tan ordenado Universo.

Él no iba a la sinagoga, ni creía en la inmortalidad, ni en un dios personal, pero sí tenía un sentimiento religioso 

¿Era esta sensación de orden absoluto en el Universo lo que le hizo defender la existencia de Dios?
Sí, al final de su vida escribió varios ensayos diciendo que ciencia y religión eran compatibles. Él no iba a la sinagoga, ni creía en la inmortalidad, ni en un dios personal que te observa y rompe las leyes de la física si se lo pides, pero sí tenía un sentimiento religioso y no soportaba que los ateos le identificaran con su causa. Una vez dijo: "Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la legítima armonía de todo lo que existe". Para Einstein había un espíritu manifiesto en las leyes del Universo, y esa era su esencia de Dios.
Después de conocer los detalles de su vida personal, ¿volvería a elegirle como ‘Personaje del siglo XX'?
Sin duda. Tuvo una vida personal complicada, pero sus cartas privadas demuestran que nunca dejó de lado a su familia. En el sorprendente otoño de 1915 Alemania está en guerra, él está alejado de su mujer y en carrera con otro matemático por la formulación final de la teoría de la relatividad. En sus cartas ves cómo el mismo día estaba trabajando sin cesar, escribiendo sobre política, y preocupado por si podría ir a Suiza a visitar a su hijo por Navidad. Estaba tan exhausto que casi desfallece varias veces. La mente más grande del planeta estaba dentro de una persona de carne y hueso, un genio que transformó nuestra visión del Universo y permitió la separación del átomo, los láser, los microchips... Además de sus inconmensurables logros científicos, también fue un símbolo de los refugiados por la opresión y alguien que llegó a ser un gran humanista. Su imagen refleja a la perfección el siglo XX.

 http://www.delacole.com/cgi-perl/medios/vernota.cgi?medio=comunidades&numero=371&nota=371-6

 


“Considero el ser judío un regalo del destino”Albert Einstein


El hombre balbuceó unas palabras en alemán, exhaló un suspiro y cerró sus ojos para siempre. Había fallecido –según la contundente aseveración de Stephen Hawking- “el mayor físico teórico que jamás haya existido”. En Princeton, Estados Unidos, corría el 18 de abril de 1955… Hace de esto cincuenta años.
Si el científico desbordó a su tiempo por sus teorías, al evocarlo es pertinente también analizarlo desde el punto de vista filosófico, humanista y judío.
El 14 de marzo de 1879, nace en Ulm, Alemania, Albert Einstein
De niño tenía dificultades para hablar; igual que Leonardo Da Vinci era disléxico. A los tres años sus padres lo llevan al médico. El galeno pontifica para los tiempos: “Cuando sea grande será un minorado mental”. También su profesor de física se convierte en vidente. Tras ponerle un uno le advierte: “en física nunca llegarás a nada”…
El niño Einstein, cuyos padres eran judíos no observantes, pronto descubriría su a-mor a Dios. Le escribía poemas, acataba el ayuno de Iom Kippur y la comida “ca-sher”, les reprochaba a sus progenitores su falta de obediencia. A los doce años tras-toca sus pensamientos. Él mismo así lo reconoce varias décadas más tarde.Con el tiempo cambiaría de forma de pensar.
Contrariamente a la leyenda de que tenía bajas notas en su paso por las aulas, el boletín de calificaciones adjunto, correspondiente a sus 17 años, muestra la verdad. En una escala cuyo máximo es el seis (6), equivalente al diez (10) de uso actual, el cita-do boletín echa por tierra la fábula corriente. Como se desprende el seis aparece en matemáticas y física.
A los 18 años fijaría su derrotero en la vida al expresar: “Una tarea extenuante y la contemplación de la naturaleza de Dios son los ángeles que me reconciliarán, for-tificarán y todavía en forma despiadadamente severa me guiarán a través del tumulto de la vida”.
En 1905, a los 26 años, –su annus mirabilis- con cuatro escritos va a cambiar la física y el mundo… En seis meses sacude a la ciencia con los átomos, los cuantos, la Relatividad y la ecuación gloriosa.
Explica el efecto fotoeléctrico y nace entonces su primer legado: la teoría corpuscular de la luz. La luz, que hasta entonces era considerada sólo ondas, es desde entonces también mínimas partículas que son los fotones. Como ejemplo, cada segundo llegan desde el Sol a la cabeza de un alfiler mil billones de fotones einstenianos que nos permiten ver la misma. De una estrella sólo arriban, en el mismo tiempo, unos pocos cientos.
Con el movimiento browniano se introduce en el mundo de los átomos…
En otros trabajos revela la Teoría Especial de la Relatividad y su mítica fórmula: E=mc2. Entonces temblequea el edificio de la mecánica clásica de Galileo y de Newton.
A partir de su postulado sabemos que una pequeña cantidad de materia almacena una enorme cantidad de energía. Expresado en forma sencilla, la masa de un hombre, convertida en energía, alcanzaría para suministrar luz a una ciudad de 5000 habitan-tes durante una semana. ¡Con 56 kg. de uranio se hizo la bomba de Hiroshima!
La Teoría cambia algunos conceptos monolíticos arraigados por Newton:
Éste dice: la velocidad de la luz es relativa. Einstein remarca que la velocidad de la luz es absoluta. ¡Y vaya si lo es! 300.000 km/seg. en el vacío. Esta constancia lumínica es la que fija el orden del Universo. ¡De lo contrario éste sería un caos!
Newton manifiesta: el espacio y el tiempo son absolutos. Einstein demuestra en forma indubitable la relatividad del espacio y del tiempo.
Por último el inglés aísla ambos elementos como entes separados. Para Einstein el es-pacio-tiempo es una unidad indivisible. Surge entonces la cuarta dimensión. Cuando este espacio-tiempo se curva en presencia de un planeta, aparece la gravedad. Este concepto revolucionario, producto de un cerebro privilegiado, mana de su mayor le-gado científico: La Teoría de la Relatividad General de 1915.
En 1919, luego de la verificación experimental de ésta, por parte de Arthur Edding-ton, Sir Joseph J. Thomson, Premio Nobel de Física, decía en la Sociedad Real de Londres refiriéndose a la Teoría: “Es una de las más grandes proezas, tal vez la ma-yor de todas, en la historia del pensamiento humano”.
Charles Chaplin lo cuenta en sus memorias pues la esposa del sabio se lo narró. Einstein un día le dijo a ella: Tengo una idea, he de encerrarme en mi estudio y no deseo ser molestado. Durante quince días Elsa le dejaba la comida en la puerta del escritorio pero no le hablaba. Einstein iba todas las noches a caminar. Una tarde bajó a merendar. Entonces arrojó a la mesa un par de hojas. Toma, dijo, había parido la Teoría de la Relatividad General. Tenía 36 años. ¡Necesitó siete años previos para llegar a estos quince días!
Y hablando de Chaplín, otra anécdota los une. Llegaban ambos a un cine al estreno de Luces de la Ciudad. Einstein le preguntó cuál era el motivo de tantos aplausos que recibían. La respuesta del irrepetible Charlot fue: “La gente me aplaude a mi porque todos me entienden y a ti porque no te entiende nadie”.
Newton calculó con admirable precisión la fuerza de atracción universal, pero no explicó por qué hay gravedad. El mismo Newton lo diría: “Personas más hábiles, si pueden hallarán la causa.” El más hábil, Einstein, lo revelará por agencia de la cur-vatura del espacio-tiempo.
Albert tenía devoción por Newton pero en sus borradores de trabajo se encontraron comentarios escritos: ¡Newton, verzeih’ mir’! ¡Newton, perdóname!
La Relatividad general también alude al BIG BANG. En la concepción einsteniana el espacio, el tiempo, la energía y la materia están confinados juntos en un íntimo y único abrazo. Es todo uno. ¡El BIG BANG es la explosión simultánea de los cuatro!

Al contrario de lo que cree el ideario popular de que la ecuación famosa es la de la bomba atómica, es de estricta verdad manifestar que la fisión nuclear, proceso físico de bombardeo de átomos de uranio o de plutonio con neutrones, es la causa del mortí-fero artefacto. Si hasta Picasso lo inculpó al decir: ¡La genialidad de Einstein nos con-dujo a Hiroshima! Es preferible tenerlo al brillante artista pintando el lienzo de Guer-nica que opinando sobre física nuclear. Einstein tiene tanta culpa de la bomba ató-mica como aquella que le cabría a Newton cuando alguien muere al caerse de un bal-cón. La ley de la gravedad -responsable de esa muerte- la dictó otro parlamento que es la naturaleza. ¡No, el genio inglés!
Luego de ocho nominaciones para el Nobel, éste le es conferido en 1921 por su expli-cación del efecto fotoeléctrico. La Academia Sueca ignora la Relatividad –tiene pre-juicios- a pesar de la demostración experimental que efectuara Eddington. Einstein bien pudo haber dicho una de sus máximas: ¡Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio!
1927 es un año singular en la Física: Un conjunto de jóvenes geniales liderados por el no menos genial Niels Bohr, introducen la Mecánica Cuántica. Ahora aparece en es-cena Werner Heisenberg y su Principio de Incertidumbre. Según el mismo el Uni-verso no revela ninguna cantidad con absoluta precisión. Einstein reacciona con vehe-mencia ante este increíble postulado y su aleatoriedad. A partir de allí bifurca su camino y seguirá hasta el fin de sus días fiel al determinismo de Spinoza y de Laplace, que es parte del fundamento de su ideario. Entonces lanza al mundo su pensamiento secular: ¡Gott würfelt nicht! ¡Dios no juega a los dados con el mundo!
El mismo Einstein se encargará de explicar este pensamiento: “Es concebible que Dios haya podido crear un mundo distinto. Pero pensar que en cada instante está Dios jugando a los dados con todos los electrones del universo, esto, francamente es dema-siado ateísmo.” Referido a este mismo pensamiento consular referente a Dios, aclaró que “no se refería ni a Yahvé ni a Júpiter sino al Dios inmanente de Spinoza”
Su pensamiento será respondido por otra figura cumbre de la física, Niels Bohr, que le contesta: ¡Einstein, deja de decirle a Dios qué tiene que hacer!
Heisenberg se convierte en su enfant terrible. Sin embargo Einstein va a dar una prue-ba más de quién es. Propone tres veces, hasta conseguirlo, que a su joven “enemigo” -22 años menor que él- se le otorgue el Nobel de Física en 1932. En 1937 los nazis lo atacan a Heisenberg: lo tratan de “judío blanco” por enseñar la Teoría de la Relativi-dad y la Mecánica Cuántica argumentando que “no eran teorías germanas sino ju-días”. Hasta lo acusaron de ser “un representante del espíritu einsteniano en la nueva Alemania”. Ese mismo año el demagogo de cervecería, frustrado pintor de brocha gorda, prohibía a cualquier alemán recibir el Premio Nobel. La causa: dos años antes se le había conferido el de la PAZ a un periodista alemán antinazi, prisionero de la Gestapo, Carl Von Ossietzky. El pobre Ossietzky terminó masacrado por los huma-nitarios hombres de Himmler. Entre quienes lo apoyaron para el Nobel estaba Eins-tein.

En esa década del veinte los diarios alemanes se referían a Einstein como ¡la genial figura de la ciencia que había reemplazado a Kant en el corazón de los alemanes! En la década del treinta dirían que un judío no podía haber hecho algo tan importante como la Teoría de la Relatividad.
¡Parece que sí, que puede!
En 1954, un año antes de morir Einstein, Heisenberg lo fue a buscar a Princeton. Einstein insistió: “Todos tus experimentos son muy lindos, pero no me gusta tu Física”. Hoy, en el 2005, intuimos dónde puede estar la verdad…
¡Dios sí juega a los dados con el mundo, pero los arroja en un agujero negro de donde nunca saldrán para que nadie pueda verlos!
Alguna vez, Robert Oppenheimer, el jefe del proyecto que generaría la bomba ató-mica, supo llamarlo “el viejo tonto”. Y otro profesor de Princeton supo llamarlo “el viejo fósil”. En otra oportunidad, en una manifestación piquetera, un trasnochado in-citó a la turba: ¡Hay que matar a Einstein! Fue multado con… seis dólares.
En estos casos el sabio bien pudo contestar con uno de sus geniales aforismos: “Hay dos cosas que son infinitas, el universo y la estupidez humana. Y sólo tengo dudas de lo primero.”
En la década del 60 los rusos publicaron sus obras completas en cuatro volúmenes. Unos años antes un académico soviético atacó a la Relatividad por considerarla con-traria al materialismo dialéctico, sustento filosófico del marxismo y criticó a físicos ru-sos que habían defendido la Teoría. En forma simultánea el “cazador de brujas”, el fascista senador americano Mc Carthy lo acusaba de comunista. En ambos casos bien pudo aplicar Einstein otro de sus dichos famosos: “La supremacía de los tontos es in-superable y está garantizada para todas las épocas. El terror de esta tiranía se mitiga por su ineficacia y sus consecuencias.”
¡Cómo no mencionar algunos de sus gustos! En la música –no se puede olvidar que Einstein desde niño tocó el violín- sus autores preferidos eran Mozart, Bach, Vivaldi, Schubert, Corelli y Scarlati. ¡Denme Bach, no Beethoven!, solía clamar. Decía que Beethoven creaba su música pero que la de Mozart era tan pura que parecía estar desde siempre en el Universo esperando que alguien la descubriera. De Wagner expre-só que su personalidad musical le parecía ofensiva, por lo que su música le producía disgusto. ¡Ni que se lo hubiera dedicado al genial Barenboim! Tampoco le atraía Brahms.
En literatura sus autores preferidos eran Dostoievsky y Cervantes. Llegó a decir que el mejor libro jamás escrito era los Hermanos Karamazof. El Quijote era su obra de cabecera. Otros autores que apreciaba eran, Anatole France, Gandhi y el judío anti-semita Heine
De los pintores… Rembrandt.
¿Qué no se puede señalar de su desapego por los bienes materiales? El dinero reci-bido por el Premio Nobel, 32.500 dólares, se lo entrega íntegro a su primera y divorciada esposa –Mileva Marik- para manutención de sus dos hijos.
Cuando al huir de la bestia rubia teutónica en 1933, lo contratan para ir a enseñar a Princeton, pregunta hasta con candor si era mucho pedir 3000 dólares anuales. Su segunda esposa Elsa, mejor negociante que él, consigue llevar la cifra a 16.000 dólares.
Corría 1944 y se subastan copias de los escritos originales de su Teoría. Se recaudan 6.500.000 de dólares. Hoy serían 65 o 100 millones, ¿quién sabe cuánto?, los traslada a fondos de guerra para el gobierno americano. ¡Y pensar que por entonces Einstein cobraba como asesor de la marina norteamericana… 25 dólares por día!
Humanista hasta el delirio, enemigo acérrimo de la guerra, no le tembló el pulso, ni la mano, ni el codo, cuando un mes antes del ataque a Polonia, y ante el conocimiento de que Alemania conocía la fisión nuclear y estaba en poder del uranio checoslovaco, le envió a Roosevelt su célebre carta instándolo a poner en marcha la energía atómica. Como hecho paradójico, la fisión fue descubierta para Alemania por Otto Hahn, Fritz Strassman y Lise Meitner... La doctora Lise Meitner – a quién Einstein llamaba la Madame Curie alemana- escapada de Berlín en 1938, a los 60 años, con un anillo de diamantes que le diera el mismo Otto Hahn para su subsistencia, era judía. Pasó a la posteridad como “la madre de la bomba atómica”. Hay indicios probados que fue ella la verdadera descubridora de la fisión y que Hahn le escamoteó su participación con lo que se levantó con el Nobel de química en 1944… en plena guerra, mientras la Meit-ner estaba escabullida en Suecia, gracias a Niels Bohr… Ni siquiera haberse conver-tido 30 años antes al protestantismo le quitó su etiqueta de fábrica. Los nazis le pasa-ron lo mismo la factura por sus antecedentes hebreos…
Einstein nunca quiso la bomba. Cuando explotó en Hiroshima aquel nefasto 6 de agosto del 45, exclamó dos palabras que los judíos conocemos muy bien: ¡Oy Vey! Poco después agregaría: ¡Si hubiera sabido que Alemania no iba a tener éxito en lograr la bomba no hubiese abierto la Caja de Pandora! ¡Mejor me hubiera dedicado a fabricar zapatos!
Su lucha permanente por el desarme lo llevó a buscar todos los consensos posibles. Son conocidas las cartas que intercambió con Sigmund Freud en aras de este objetivo. Cuando al genio del psicoanálisis le preguntaron por qué se llevaba tan bien con Einstein contestó: “¡Debido a que él sabe tanto de Psicología como yo de Física!”.
¿Cómo dejar de lado su apego a sus orígenes? Einstein advierte que la juventud judeoeuropea tiene graves dificultades para acceder a las universidades del conti-nente. El sempiterno siemprevivo antisemitismo –más vivo que nunca en la década del veinte en Alemania pues se les echaba la culpa a los hebreos por haber iniciado la gue-rra y por haberla perdido- muestra sus fauces. Con Weitzman recorre Estados Unidos juntando dólares. Resultado: generan una de las grandes casas de estudio del planeta: La Universidad Hebrea de Jerusalén. En ella y en el Instituto de Ciencias Avanzadas de Princeton, dónde siguió investigando los últimos veintidós años de su vida la abor-tada Teoría del Campo Unificado, está resguardado su monumental legado científico y personal. La Universidad conserva sus derechos hereditarios.
Cuando visita Palestina dice: Es el día más hermoso de mi vida. Es un gran momento, el de la liberación del alma judía.

En Nueva York, firmó autógrafos por tres dólares “para los pobres de Berlín”.
Cuando Ben Gurión, le ofrece la Presidencia de Israel se excusa con dolor. Tenía 73 años y su salud estaba deteriorada. No podía asumir esa responsabilidad y a su secre-taria, Helene Dukas, le expresa: “lo lamento porque esta gente está muy cerca de mi corazón”. Al final de la carta de no aceptación a Ben Gurión graba al encausto: “Des-de que fui completamente consciente de nuestra precaria situación entre las naciones del mundo, mi relación con el pueblo judío se ha convertido en mi vínculo más fuer-te”. De alguna manera ponía en funcionamiento su amor a la ciencia: “la política es para el momento, las ecuaciones para la eternidad”.
También sella su pacto con sus ancestros cuando dice: “Sufro la injusticia que se co-mete contra cada judío como una injusticia hecha a mi propio cuerpo”.
Cuando las chimeneas del oprobio y de la desverguenza humana aún venteaban hu-manos, entre ellas sus primas Lina Einstein y Berta Dreyfus, la primera sobre Ausch-witz y la segunda aireando los nimbos de Theresienstadt, Einstein pontificaba al mun-do desde Nueva York en 1944, esculpiendo estas palabras para los tiempos:
“Los alemanes, el pueblo alemán en su conjunto, son responsables como pueblo en su totalidad de esos asesinatos en masa y deben ser castigados como pueblo si hay justicia en el mundo y si la conciencia de responsabilidad colectiva de las naciones no está por desaparecer de la faz de la tierra. Detrás del partido nazi se hallaba el pueblo alemán que eligió a Hitler, después de que éste mostró con claridad en su libro y en sus dis-cursos, sus intenciones vergonzosas, sin ninguna posibilidad de mal-entendido. Cuan-do estén derrotados y se lamenten de su destino no deberemos dejarnos engañar y he-mos de ser conscientes de que emplearon, deliberadamente, el sentimiento humanita-rio de los demás para ejecutar su último y más monstruoso crimen contra la huma-nidad”.
Después de la guerra era invitado a retornar a la Germania. He aquí sus respuestas:
¡A Otto Hahn, el mismo Premio Nobel que le diera el anillo a Lise Meitner– que lo in-vita a pertenecer a la Academia Bávara- le rechaza el ofrecimiento con un argumento que estremece: ¡“Los alemanes mataron a mis hermanos judíos”!
Al Presidente de Alemania, Theodore Heuss, le dice: “A causa del genocidio que los alemanes inflingieron al pueblo judío, es evidente que un hebreo que tenga algo de autoestima no debería estar relacionado con ninguna institución alemana”. ¡Nada quiero saber de Alemania! ¡Einstein jamás volvió a pisar suelo nazi!
Un mes antes de morir, le escribía a su íntimo amigo Kurt Blumenfeld: “Deseo agra-decerte, aunque en forma tardía, el que tú me hayas hecho tomar conciencia de mi al-ma judía”.
En 1930 la Filarmónica de Berlín, conducida por uno de sus últimos directores ju-deoalemanes, Bruno Walter Schlesinger, interpretaba en un día tres conciertos para violín (Beethoven, Brahms y Bach). El solista que maravillaría ese día al auditorio tenía catorce años. Desde la primera fila otro violinista disfrutaba al joven artista. Al terminar la interpretación el violinista se dirigió entusiasmado al niño y le acarició la cabeza. Entonces le susurró:“Ahora sé que Dios está en el cielo”. ¡El niño que deleitó al auditorio con sus arpegios se llamaba Yehudi Menuhin, el violinista de la platea era Albert Einstein!
Cuatro años más tarde- en Nueva York- Einstein dio un concierto para violín en be-neficio de los científicos que fueron obligados a dejar Alemania.
Su legado científico es inmenso. Su Teoría General de la Relatividad explica con prodigiosidad el desarrollo del Universo. Son hijos o nietos de él la tomografía com-putada, el rayo láser, los rayos X, el horno microondas, las pantallas de televisión y de las computadoras.
Publicó casi 350 trabajos científicos.
No terminan así nomás sus contribuciones al bienestar humano. Fue un precursor. Basta con dar este simple ejemplo: Cuando cae cualquier objeto, busca el centro de la Tierra, Newton mediante. Es la gravedad atractiva. Él previó la gravedad repulsiva. Bien, hace pocos años con el moderno telescopio Hubble se detectó la explosión de una estrella gigante -una supernova- ocurrida hace once mil millones de años. El doctor Michael Turner, astrofísico de la Universidad de Chicago supo decir: “si Einstein estuviera vivo, obtendría otro Premio Nobel por su predicción”. Esa gravedad re-pulsiva es la manifestación de su famosa y vilipendiada “constante cosmológica”, la que el mismo Einstein calificó por error “como la mayor metida de pata de mi vida”. La citada “metida de pata” fue toda una premonición. La ciencia la interpreta, hoy, como la energía obscura del Universo, es decir el 73 porciento del mismo. ¡Si la cons-tante einsteniana es una realidad el Universo continuará expandiéndose para siempre, con lo que abortaría la teoría que al Big Bang, que fue la explosión, le sucedería el Big Crunch, que es la implosión!
En una conferencia sobre Ciencia y Religión dice: “La doctrina de un Dios personal interfiriendo con eventos naturales nunca podría ser refutada en el sentido real por la ciencia, por lo que esa doctrina puede hallar siempre refugio en aquellos dominios en los cuales el conocimiento científico no ha podido todavía hacer pie. Pero estoy con-vencido que tal comportamiento por parte de los hombres religiosos no sólo sería des-preciable sino fatal. Una doctrina que mantenga no la luz sino la oscuridad, necesitará perder sus efectos sobre la raza humana, para evitar un daño incalculable para el progreso de la misma. En su lucha por la bondad ética, los maestros de la religión deben tener la estatura de abandonar la doctrina de un Dios personal, lo que implica abandonar el origen del temor y la esperanza, los cuales en el pasado tuvieron tan vas-to poder en las manos de los religiosos. En su tarea deberían aprovechar esas fuerzas para cultivar la Bondad, la Belleza y la Verdad…”
Cómo no iba a apreciar la belleza si uno de sus postulados era. ¡No importa que una teoría física sea más o menos exacta. Lo importante es que sea hermosa!
Es conocida su ecuación: ¡La Ciencia sin la Religión es renga, la Religión sin la Cien-cia es ciega!
Completa su ideario esta reflexión: Hay conflicto entre la Ciencia y la Religión si una comunidad religiosa insiste en la verdad absoluta de las afirmaciones contenidas en la Biblia, lo que implicaría la intromisión de la religión en la ciencia. Es lo que hizo la Iglesia con Galileo y con Darwin. ¡De paso digamos para mostrar el obscurantismo de la época que al pobre Galileo el Santo Oficio lo condenó -como una forma de perdón- a recitar cada semana durante tres años los Salmos!
La filosofía einsteniana está concatenada y es coherente con este pensamiento suyo: “El abismo entre la teología judía y el spinozismo nunca podrá ser salvado y siento que la contemplación de Spinoza del mundo está completamente imbuida de los principios y y sentimientos que caracterizan a tantos intelectuales judíos.En una carta a su amigo Michel Besso se atrevió a sentenciar: Para mi significa más Spinoza que los Profetas.También supo señalar: “fue la experiencia del misterio, mezclado con el temor, lo que engendró la religión”.
Hasta se lo podría vincular con lo poético y lo idílico. Con su Teoría es muy fácil calcular que a la velocidad de la luz el tiempo se detiene. Los relojes paralizan sus agujas. El tiempo ¡siempre el tiempo! deja de existir... Es el mismo efecto que produce hacer el amor... Por algo Einstein supo decir: ¡La palabra tiempo es un invento del hombre!
Si alguna vez en un Congreso intergaláctico imaginario se le requirieran explicacio-nes a los terráqueos sobre sus contribuciones al progreso y a la belleza del Universo, éstos podrían argumentar que aportaron al Panteón de la Humanidad, entre otros: a Moisés y a Jeshúa , es decir Jesús. A Sócrates, Platón y Aristóteles, a Leo-nardo da Vinci y Miguel Ángel, a Shakespeare y Cervantes, a Galileo y a Newton, a Spinoza y a Kant, a Freud y a Darwin, a Mozart y Beethoven y... sin ninguna duda a... Albert Einstein. Todos ellos en una generosa procesión de genios en el empíreo de la civilización humana.
¡Todos CONDENADOS A LA ETERNIDAD!
Más de una vez le acusaron a Einstein de ser ateo. Lo hicieron desde el lado judío y desde el lado cristiano. Esto le molestaba sobremanera pues él se consideraba un hom-bre con una especial concepción religiosa. Cuando Martín Buber- ¡nada menos que Buber!- lo aguijonea sobre Dios le contesta: “Los físicos nos esforzamos… en seguir sus líneas detrás de Él”. “Der Alte”, como le gustaba llamarlo.
Es conocida su permanente pregunta: ¿Tuvo alguna elección Dios al elegir las leyes del Universo? O su afirmación: ¡Quisiera saber cómo Dios hizo el mundo, qué pien-sa... el resto son detalles! O, completando el tríptico, su hermosa parábola: “El Señor es sutil pero no malicioso”, concepto así aclarado por el propio Einstein: “La natura-leza nos oculta sus secretos mediante la grandiosidad de su sabiduría”. También supo deslizar: “Las ideas vienen de Dios”.
Cierto es que su Dios no es el Dios de las religiones abrahamíticas, no es el Lord del Génesis, no es el Dios premiador, indulgente y castigador que efectúa milagros, ni es el Dios antropomórfico y antropopático que tiene forma y emociones humanas.
¡Es, sí, el Señor ético inspirador de los Mandamientos, es, sí, el Dios del deísmo, es, sí, el Señor de su futura prevista religión cósmica, la que se basará en la experiencia y no en el dogma..., es, sí, “la potencia razonante superior”, “la grandeza de la razón encar-nada en la existencia”, es, sí, el Dios que se parece bastante al Dios del genial filósofo racionalista holandés!, al que definió como “el orden matemático del universo”.
¡Y cómo no iba tener un acendrado sentimiento religioso si uno de los parámetros que signaron su existencia, la onda luminosa, era por él así evocada:
¡LA LUZ…, LA LUZ ES LA SOMBRA DE DIOS!
Es admisible concluir esta evocación con un pensamiento. Emociona y enorgullece. Albert Einstein ha dejado, al margen de su inigualado legado científico, muchas bellas parábolas, aforismos y frases célebres. Desde el afecto y raíces comunes elegí ésta, que puede conmover a sus catorce millones de hermanos, como a él le gustaba llamarlos.
Dice así: “Considero el ser judío un regalo del destino”.
¡Le pertenece al mayor cerebro que haya generado la especie humana! 

 


3 comentarios:

  1. Anónimo dijo...

    Jehová no existe, fuimos creados por una civilización avanzada de la escala de Kardashov tipo VII, si adorais a ET me parece bien que lo llameís Jehová quizás os estuvo tomando el pelo si es que ese ser existe pero no es ningún dios, "La evolución es un hecho, dios sólo una hipótesis sin fundamento alguno". Creo más en esta teoría que los testigos del spaguetti volador gigante.

  2. Luro1076eXtremo dijo...

    Saludos la EVOLUCION es sencillamente UNA TEORIA... el hecho de que muchos incluyendo altas personalidades la den como un hecho cientifico no la convierte en tal... pudieramos hablar de CIENCIA FICCION... algo que solo sirva para entretenerte.. despierta la imaginacion y te invita a pensar de otra manera... pero nada mas... la EVOLUCION tiene muchas contradicciones, incoherencias y errores fatales de quienes la defienden que dejan muy en entredicho su veracidad...

    ah por cierto ET... es solo un personaje de ficcion inventado por STEVEN SPILBERG... antes de hacer cualquier comentario te animo a que sepas diferencias CIENCIA DE CIENCIA FICCION... tu has sido adoctrinado por HOLLYWOOD la gran fabrica de ilusiones, pseudodocumentales y videos estupidos de YOUTUBE... para mi los extraterrestres existen pero no son como se pintan en las PELICULAS...

  3. Luro1076eXtremo dijo...

    ah por ultimo... LABERT EINSTEIN... quien NO ERA ATEO... dijo... las leyes fundamentales de la FISICA son los pensamientos de DIOS... asi que prefiero creerle a ALBERT EINSTEIN y no a un pendejo anonimo...

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